En lo más duro de la pandemia contemplé desde mi ventana un acto inquietante: una pareja de militares de la UME pedían el carné de identidad a los escasos peatones que se atrevían a salir. Viéndolo me preguntaba qué harían esos soldados si alguien ... se negaba a enseñar la documentación: llamarían a los guardias de la porra, le cachearían contra la pared o le retendrían a la fuerza hasta que llegara una autoridad civil. Nada de esto pasó porque los viandantes exhibieron sin problemas el DNI, pero la escena me hizo pensar en lo fácil que es sacar normas legales y lo complicado que puede ser obligar a cumplirlas.

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Estas dudas volvieron ayer a mi cabeza al saber que desde ahora será obligatorio exhibir el pasaporte covid para entrar en determinados establecimientos, gestión que, supongo, quedará en manos de los empleados del local. Pero convertir a los camareros de siempre en seguratas no me parece la mejor idea, porque con lo caliente que anda el personal no me extrañaría que el acceso a un bar o restaurante acabe siendo, en muchos casos, una fuente de conflictos. Y era lo que nos faltaba…

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