Sediciones y otras corruptelas

El avisador ·
«La misma técnica de la Selección española: aferrarse a la posesión del balón hasta quedar eliminados. Un concepto moderno del liderazgo»

Carlos Aganzo

Valladolid

Sábado, 10 de diciembre 2022, 00:04

E s pronto todavía para saber el alcance real de los acontecimientos. De momento, por primera vez en la historia Perú tiene a una mujer al frente del Estado. Y a dos hombres, dos expresidentes, encarcelados en el mismo penal. No sé si es como ... para sacar pecho. Por lo poco que se ha visto hasta ahora, la mano de Dina Boluarte sí parece algo más firme que la de su antecesor, seguramente aún sorprendido él mismo por la rapidez y la rotundidad con la que se ha desmantelado su autogolpe. Seis presidentes en seis años, incluido uno, Alan García, que se suicidó cuando perdió el poder y se vio incapaz de detener el avance de la investigación criminal. Y a pesar de todo, Perú sigue en el mapa. No se deben confundir pueblos y gobiernos.

Sin salir de Iberoamérica, el lunes la vicepresidenta Yolanda Díaz y el expresidente Zapatero participarán en un acto de apoyo a la vicepresidenta y expresidenta de Argentina Cristina Fernández de Kirchner. Una mujer, en este caso, de cuya firmeza de mano nadie tiene dudas. Y que no se manifiesta perseguida por el Congreso de su país, como le sucedía a Pedro Castillo, acusado de «incompetencia moral», sino por los tribunales de su país. Concretamente los encargados de perseguir la corrupción. Maneras diferentes de defraudar a un estado, y en cualquier caso estampas de una región que se resiste a quitarse de encima los clichés de opereta política del siglo XX.

Lejos, o quizás no tanto, de aquellos territorios tan profundamente marcados por la huella hispana, el actual Gobierno de nuestro país se encuentra sumido de pleno, precisamente, en reformar los delitos de sedición y corrupción (véase malversación), por los que tanto Castillo como Kirchner deben ahora responder. La sedición ya no existe. Y la malversación, que ahora viene con el caramelo del supuesto de «enriquecimiento ilícito», va por el camino de desleírse en el mismo disolvente que la ley del 'Solo sí es sí', donde cualquier interpretación corre el riesgo de confundirse entre todas las opciones de confusión posibles.

La malversación, digan lo que digan García-Page o Lambán, se limitará a cuatro años cuando se malverse por otro fin que no sea estrictamente el ánimo de lucro. Incluida la hasta ahora conocida como sedición. Y enriquecimiento ilícito será cuando no se sepan dar explicaciones de por qué ha aumentado el patrimonio de un gobernante en más de 250.000 euros después de haber ejercido el poder. A ver quién le pone el cascabel al exvicepresidente Pablo Iglesias, dirá alguno… O tal vez un no saber sabiendo, que diría de Juan de la Cruz.

Los juristas y los historiadores tendrán sus puntos de vista. Pero hay que ver lo próximos que parecen siempre los delitos de sedición y de corrupción. Lo cerca que circulan de la incompetencia moral. Y de los límites del poder. Esos límites que, en otro terreno de juego, también lucha nuestro Gobierno por arrimar a su linde. Ahora con la reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial, que le permitirá, entre otras cosas, que no puedan ser recusados sus candidatos (magistrados imparciales de toda imparcialidad, como el exministro Juan Carlos Campo o la ex alto cargo Laura Díez) al Tribunal Constitucional. La misma técnica de la selección española: aferrarse a la posesión del balón hasta quedar eliminados. Un concepto moderno del liderazgo.

Avanza el siglo XXI. Pronto alcanzaremos (o no) un quinto de su andadura. Y tan cierto como que en algunas cosas nos hemos vuelto europeos, digitales, aburridos y cosméticos, lo es que en otras seguimos siendo pecadores, carnales, sobornables, autoritarios y fácilmente corrompibles. Falibles, como los papas de nuestro tiempo. Eso, y la sustitución en las campanadas de Año Nuevo de Ane Igartiburu por Los Morancos. Verdaderamente, no sé qué va a pasar.