Había ganas de volver a perderse entre la multitud, a procesionar, a mecer tallas, a montar mantillas y agitar el incienso, pero sobre todo, a revivir la Pasión de Cristo con rigor, respeto y contención. Después de dos vueltas al sol, los cofrades han podido ... desembalar el ajuar para llenar las calles de Semana Santa. No ha sido fácil el via crucis al que nos hemos enfrentado, muchos no lo han superado y una inmensa mayoría lo sigue recorriendo con dificultad. Hoy acariciamos la vieja normalidad y casi lo hacemos con cifras prepandemia.
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Al ritmo procesional hemos llegado al Triduo Pascual. Nos adentramos en los días grandes de una celebración inspiradora para los devotos y esperada para los amantes del arte en movimiento, dos condiciones que pueden confluir al mismo tiempo. Los hoteles y alojamientos están casi llenos en la ciudad, y en los pueblos el turismo rural despega tras el calvario de las restricciones.
La Semana Santa es sin duda la referencia turística de la primavera, un revulsivo para sectores maltrechos como la hotelería y la hostelería, pero que no debe apartarnos del origen propio de la Semana Mayor. No hay que olvidar que en la génesis siempre estará la meditación. Un momento para reflexionar sobre la importancia de la compasión, la que a veces nos falta para alcanzar la normalidad en una sociedad que sigue crucificando al más débil.
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