El presidente de Turquía, Recep Tayip Erdogan, ha dado un paso muy relevante en su constante huida hacia adelante desde que hace unos meses, mejor dicho, unos años decidió responder al portazo de la Unión Europea con la recuperación del Imperio Otomano. La firma del ... decreto que convierte Santa Sofía en mezquita y habilita la estancia para el culto musulmán a partir del próximo 24 de julio es una decisión populista que persigue además del impacto tanto en el interior como en el exterior de Turquía y de la demostración de una decidida voluntad de islamización constante de país para acabar con la revolución secular de Atatürk en los años 20 y 30 del siglo pasado, distraer la atención de la precaria situación económica que día a día sufren los ciudadanos turcos.

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Erdgoan afirma que Santa Sofía estará abierta para todos los visitantes, locales e internacionales, musulmanes y no musulmanes. Sin embargo, en la UNESCO, donde Santa Sofía está registrada como Patrimonio de la Humanidad con tres millones de visitas anuales se recuerdan la serie de compromisos y obligaciones adquiridas. Sin duda, las autoridades turcas tendrán que ser pragmáticas a la hora de gestionar las horas de culto con las horas de museo para poder seguir contemplando los mosaicos bizantinos y mantener los ingresos y la atracción turística.

Pero el objetivo de Erdogan de pasar a la historia como el enterrador de la Turquía moderna con las reformas laicas y seculares de Atatürk va consiguiendo metas dentro de una estrategia que el presidente turco lleva improvisando en los últimos dos años debido a los reveses políticos y económicos que ha sufrido. Sus problemas radican en las dificultades para renovar su mandato presidencial, con varias citas electorales donde no pudo evitar la entrada de partido prokurdo en el Parlamento; la pérdida de las alcaldías de Estambul y Ankara el año pasado y el final del milagro económico que se ha tornado en una grave crisis diaria para millones de personas.

Según una encuesta local de Metropoll, el 44% de los turcos entrevistados afirman que la reconversión de Santa Sofía es una maniobra para ocultar la precariedad que soportan. Mientras tanto, Erdogan continua con su agresiva intervención militar en Siria, en Libia, en Somalia y apunta al Sahel y al Sáhara. No parece que su relación con Qatar, Rusia e Irán le vaya a solucionar los graves problemas económicos ocasionados por su grandilocuente intención de convertirse en gran potencia de la región, enfrentándose, incluso, a sus aliados de la OTAN. Erdogan no toca los tipos de interés, utiliza Santa Sofía con unas consecuencias poco amigables.

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