Como en las grandes coronaciones, el congreso del PP para entronizar a Alfonso Fernández Mañueco como líder absoluto de las huestes populares se ha desarrollado de forma coral.
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Hay momentos en los que la confluencia de intereses es tal que todo parece un camino de ... rosas salpicado con riachuelos bien enriquecidos con fragancias aromatizadas.
Ni un pestañeo fuera de lugar para un congreso en el que, más allá del conocido resultado final, tenía un enorme valor de cara al 'mundo exterior'.
El PP ha convertido a Castilla y León en su asidero para alcanzar cotas mayores, una oportunidad única para llevar sus siglas a lo más alto y evidenciar una remontada que le permita recuperar La Moncloa y rememorar tiempos pasados.
Tan ricas son las mieles del poder que todo sirve para sumar en ese camino y todo alivia si la ocasión así lo requiere.
Siempre que el viento sopla de cola el camino parece mucho más despejado. Es difícil revolverse si la dinámica exige caminar en la misma dirección. Y eso ocurre en la casa popular en los tiempos actuales.
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Pablo Casado caminó el fin de semana haciendo equilibrios. Daba un paso y allí estaba la silla de Feijó, otro más y se entrecruzaba pintada de rojo y amarillo el banco de Díaz Ayuso, miraba al fondo y se aparecía Mañueco saludando del mismo modo que los protagonistas de una película de western. Hay días en los que es mejor desayunar en medio de un campo de minas.
Con todo, buena cara, sonrisas, abrazos y una falsa unidad entre barones y presidente nacional alimentada por los votos que se esperan en las próximas citas electorales. Las necesidades políticas y electorales han dejado en un segundo plano las cuitas personales. No son tiempos de tramas internas sino de alimentar la esperanza de un éxito local replicado en el escenario nacional.
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De ahí que el congreso autonómico del PP (no regional) haya dejado una estela de ilusión y serena esperanza a la espera del 13-F. Mañueco se siente ganador, el PP le ve ganador y las encuestas le citan como ganador. ¿Qué podría salir mal? A estas alturas, nada si se dan por buenas las premisas.
Queda por conocer el 'efecto pandémico' en la decisión final de los electores, la temida respuesta ante la 'urna única' y el riesgo que pueda suponer la 'lima electoral' de Vox.
De momento el PP ha cerrado su congreso con nota, bien armado y con una sensación de fortaleza que le hace sentirse seguro. Apenas se ha desgastado en un gobierno eterno en la comunidad más extensa de Europa porque, como se evidencia votación tras votación, en Castilla y León cuenta con un granero de votos imposible de agotar.
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Como medida de prudencia, eso sí, el congreso ha tenido como escenario la provincia vaciada por excelencia, León, y la misma tierra en la que el sentimiento autonomista es una quimera absoluta.
Da igual lo que sienta o padezca León y los leoneses, todo juega a favor de un PP inabordable desde las urnas.
Hoy asegura el Partido Popular que sus encuestas internas le acercan a la mayoría absoluta en las Cortes. Una afirmación de calado si no fuera porque, remarca al PSOE, las suyas le dan «dos procuradores más que al PP». Las encuestas dicen lo que dicen, y las sensaciones apuntan lo que apuntan.
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Visto lo que espera el próximo mes, lo conveniente es esperar acontecimientos. Claro que en el PP la fiesta ya se celebra por adelantado. Y siempre al grito coral de 'Sanchista el que no bote', siempre con 'b'. Como la caja 'B'. Ups, perdón.
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