Mata Hari.

Yo sé que tú sabes que yo sé

El avisador ·

«En España, sin embargo, nuestra 'inteligencia' comparece en el Congreso enmascarada, proporcionando a los señores diputados toda la información menos la información real»

Carlos Aganzo

Valladolid

Sábado, 7 de mayo 2022, 00:03

Hablar por teléfono o chatear con whatsapp puede ser un ejercicio de alto riesgo. Lo mismo que escribir en un ordenador conectado a Internet. A Bin Laden le perdió la geolocalización de su móvil. A Dick Cheney, vicepresidente de los Estados Unidos con George W. ... Bush, le tuvieron que cambiar el marcapasos digital, porque le habían 'hackeado' la clave y podían asesinarlo a distancia, en cualquier momento, con un simple click. Ahora el Pentágono cobra ventaja en la guerra de Ucrania proporcionando 'inteligencia' a Kiev. Así han liquidado ya por lo menos a doce generales del ejército ruso, además de dejar fuera de combate al jefe de su Estado Mayor, el generalísimo Valéri Guerásimov. Putin se queda solo. Y con los teléfonos intervenidos por la CIA y el KGB. Y la tentación del botón bacteriológico, o en su defecto el nuclear, se mueve en magnitud inversamente proporcional a su éxito en la guerra.

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Los americanos llaman 'inteligencia', a secas, al espionaje de toda la vida, ahora para diferenciarlo un poco de la 'inteligencia artificial', que es el espionaje de nuestros datos en teléfonos y dispositivos 'inteligentes' que las máquinas ejecutan cada día… al servicio de la inteligencia americana o de la china, según el 'software'. Sin más ni más. En España, sin embargo, nuestra 'inteligencia' comparece en el Congreso enmascarada, proporcionando a los señores diputados toda la información menos la información real. Un teatrillo, el del CNI, que no hace sino crear más confusión. Y más desconfianza.

Cuando el presidente Sánchez y el president Aragonès se vieron ayer las caras en Barcelona, en presencia de la presidenta Von der Leyen, los dos conocían perfectamente lo que habían dicho o habían dejado de decir por teléfono en aquellos turbulentos días de escuchas en los que ambos se jugaban muchas cosas. Yo sé que tú sabes que yo sé… Buena parte de eso es lo que tiene grabado el CNI, y ni las autorizaciones de los jueces ni los presuntos fallos del 'software' del Pegasus explican suficientemente cómo uno consiguió mantenerse en el Palacio de la Moncloa y el otro instalarse en la Casa de los Canónigos. Mejor seguir con la representación, al menos hasta que algún rebotado de la inteligencia española le termine pasando las conversaciones a una productora para rodar una serie. Todo está grabado, escuchado, interiorizado, archivado y clasificado.

Tenía razón Torra. No te puedes fiar del Estado español. Ni de su Gobierno ni de su Parlamento ni de sus Tribunales. Ni de su inteligencia. Tampoco de Pere Aragonès. Sus servicios secretos no le supieron alertar a tiempo de la trama que se urdía a su alrededor para descabalgarlo, lo mismo que le sucedió a Pablo Casado con la parte contratante de la segunda parte de los detectives que investigaban (¿para él?) el caso Díaz Ayuso. Ahora la comisión de secretos del Congreso deja caer la posibilidad de que en el asunto del Pegasus –Rufián dixit– se haya producido también la intervención de terceros países. También estuvo pinchado, por cierto, el teléfono de la ex González Laya en los días de mayor tensión con Marruecos por el nunca bien contado asunto de Brahim Gali. En algunas de estas grabaciones de nuestra inteligencia, tan falsamente transparente a los ojos de los ciudadanos, estará seguramente la explicación de lo que ha impulsado al presidente Sánchez a regalarle a Mohamed V el Sáhara Occidental. O no.

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«En Madrid –decía Mata Hari, la espía más famosa de todos los tiempos–, jamás llegué a pisar la calle, porque cada vez que aparecía en la puerta del hotel Ritz, una legión de caballeros arrojaban sus capas al suelo para que caminara sobre ellas, poniendo ante mí una alfombra que nunca se acababa». Eran otros tiempos para el espionaje. Y para la inteligencia.

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