No sabemos cómo seguir. Lo ha explicado la actriz Charo López en esta Seminci extraña y voluntariosa, que ha braceado a la desesperada para no ahogarse en la pandemia. Estábamos acostumbrados a que nuestra vida estuviera llena de planes y ahora está repleta de incertidumbres. ... Vivíamos en un mundo razonablemente estable y ordenado, y ahora parece como si estuviéramos suspendidos en el aire. Añadamos nosotros, además, que cabalgamos contradicciones e improvisaciones mientras vemos cómo el esfuerzo apenas sirve para frenar al virus.
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No sabemos cómo seguir. Tampoco políticamente. Este es el momento en el que debería invocar el mantra mágico de la unidad. Pero resistiré la tentación de hacerlo, porque la unidad debe construirse sobre alguna base para ser creíble y eficaz. Y esa base no se ve. Fernando Simon –el hombre del hoy vamos bien y mañana derechos al abismo– carece de la credibilidad necesaria para auspiciar un acuerdo sobre el abordaje científico del problema. Y un estado de alarma de seis meses, violentando abruptamente la Constitución, es un soporte imposible para un clima de confianza política. La falta de claridad competencial, descentralizados, pero menos, tampoco aporta claridad.
De modo que no pinta bien. Estamos básicamente atascados. No nos podemos parar, claro, y habrá que tomar medidas y actuar, pero conviene que seamos conscientes de que vamos un poco a la buena de Dios. Este virus está descolocando incluso a las democracias europeas más solventes –es sorprendente lo que está pasando en Alemania– y nosotros padecemos problemas añadidos a los demás.
Tendremos que intentar obedecer, porque lo peor que podría ocurrírsenos ahora es sacar a escena al entrenador que todos llevamos dentro. Si el doctor Cavadas tiene razón al afirmar que en crisis como ésta es mejor que mande uno a que manden 17, imagínense si la alternativa es que manden 40 millones. Pero querríamos obedecer confiando en nuestras instituciones, como tantos en marzo y abril, y ahora la moral está minada. El cansancio mental se extiende y ya no suena el Dúo Dinámico. No estamos preparados para desafíos tan prolongados que minan las bases mismas de nuestro modo de estar en el mundo.
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La clave, sin embargo, es resistir. Y procurar cada uno no agravar el caos general que amenaza con envolvernos de nuevo de forma insidiosa. En la medida de lo posible, no contribuyamos a convertir nuestro país en una jungla. Es legítimo tener dudas sobre nuestros dirigentes, pero nos jugamos la supervivencia social. Volvamos a ser ese pueblo capaz de sobreponerse a sus malos gobernantes. El que tantas veces tuvo que nadar solo.
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