Ruido

Los que tienen la paciencia de leerme observarán que no me he tomado muy en serio la amenaza del coronavirus, al que casi siempre he comparado con una gripe. El hecho de recorrer nuestras calles sin encontrar a nadie con mascarilla puesta, comercios ... abiertos y eventos deportivos como el partido entre el Pucela y el Atleti de anteayer sin control de temperatura a los asistentes, avalaban mi pasotismo en torno a este tema. En mi beneficio puedo añadir también que no soy el único tontorrón despreocupado porque la gente sigue estrechándose las manos en lugar de darse codazos o pataditas, toca el timbre de parada del bus sin utilizar guantes, y según mis noticias las Urgencias hospitalarias siguen igual de saturadas que a últimos de verano, por decir una fecha al azar. Con tantas señales de normalidad cotidiana no es fácil tomarse a pecho una epidemia de la que sabemos mucho gracias a los medios informativos, pero poquísimo de primera mano.

Visto desde Valladolid, la única sensación de que algo gordo está pasando en el mundo no es la plaga sino la crisis económica, contra la que es imposible luchar lavándose las manos y tosiendo por dentro del codo. Pero hoy confieso que estoy intranquilo porque el ruido dura ya demasiado tiempo; tanto, que empiezo a preguntarme si los que saben de qué va esta vaina no nos estarán ocultando algo que solo entenderemos cuando todo estalle en mil pedazos.

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