Roca Rey, en la corrida de San Pedro Regalado celebrada en 2021. Alberto Mingueza

El ruedo ibérico

Balas de fogueo ·

«Al margen de la llamada fiesta nacional, que, según los puristas, es un arte sujeto a normas y ortodoxias estéticas, tenemos que prestar atención a los llamados festejos populares»

Antonio Salinero

Valladolid

Lunes, 16 de mayo 2022, 00:04

Pedro Regalado era un santo muy peculiar. Al parecer plantó cara a un morlaco de trapío que harto de chuscos lances había escurrido el bulto por las calles de Pucela. El santo quebró la embestida y remató la faena adornándose con un «detente bicho». Al ... astado no le quedó otra que arrodillarse con mansedumbre e implorar el descabello. Ahí queda eso.

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Amén de ostentar por tal prodigio el patronato de vallisoletanos y toreros, añade la hagiografía que contaba con un asombroso poder de bilocación (algo así como estar en dos sitios a la vez), portentosa facultad que, dicho sea de paso, solo comparten ahora unos cuantos políticos.

Al margen de la llamada fiesta nacional, que, según los puristas, es un arte sujeto a normas y ortodoxias estéticas, tenemos que prestar atención a los llamados festejos populares. No ha mucho, por estos pagos castellanos se sucedía una variopinta tradición de jaranas taurinas que causaban sonrojo y vergüenza ajena. Toro enmaromado, embolado, alanceado o molido a palos… Afortunadamente, como diría el viejo Dylan, los tiempos están cambiando.

Pese a las prevenciones administrativas siempre llegan los siniestros y las desgracias, así que no está de más la iniciativa de Francisco Igea pidiendo a las Cortes reforzar la dotación sanitaria y la seguridad de estos festejos. Ahora a Igea no le queda más remedio que multiplicarse y estar en varios sitios a la vez si quiere dejarse oír. Como San Pedro Regalado.

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