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Advertían de que la última canción de Rosalía era provocadora. Cuando uno escucha que algo provoca está seguro de que es más de lo mismo. Ya solo me interesa lo que otros consideran intolerable. Me privaba mucho Rosalía cuando aquel videoclip de los torerillos canis ... de Barcelona, y me dije: «Vaya, esta chica los tiene bien puestos». Pensé que podría venir a los toros, a Las Ventas o a alguna plaza de talanqueras a tirarse unos selfies en plan neocastiza, pero pronto corrió a aclarar que ella censuraba la tauromaquia y esto es legítimo, porque cada cual es libre de cagarse por la pata abajo cuando estime oportuno. Digo que llego a lo nuevo de Rosalía, que dicen que provoca mucho, y que canta con otra cantante que, naturalmente, las compañías discográficas también califican de muy provocadora. Es una trapera dominicana que se llama Tokyscha Altagracia que chupa provocadoramente una piruleta en la imagen en la que se presenta y de la que dice una publicación que llamaban María Juana porque fumaba grifa desde chica, aunque ella asegura que ya se ha quitado. Rosalía y ella interpretan 'Linda', una canción pegadiza y de nuevo «provocadora» en cuyo argumento, las dos amigas se besan. Las chicas se besan tanto en las canciones y en los videoclips que lo provocador sería que aparecieran felices tras quince años de matrimonio con su marido.
Igual la provocación consiste en que en la canción se introducen términos que la prensa especializada sitúa en el argot urbano dominicano como 'Teteo' -por fiesta-, estar 'rulin' o relajado y estar 'chuky', que no debe ser un vocablo dominicano, pues se puede interpretar de tantas maneras que uno confirma su sospecha de que en realidad no quiere decir nada.
Hay belleza y sentido en no comprender las canciones. Esto lo supimos bien en España desde los años 60 cuando llegaban a escucharse los himnos de la música internacional que hicimos nuestros los españoles sin tener repajolera idea de lo que decían sus letras. Es este un acercamiento natural al pacto de lectura de la música pues el arte no hay que entenderlo para sentirlo. Ahora asisto a esta cosa nueva de no comprender a los cantantes pese a que cantan en mi lengua materna. Sucede porque se dice que todos los toreros torean igual y todos los cantantes ponen el mismo acento, una amalgama incomprensible como de imitar a un cubano o hablar dormido o ciego de Larios, no sé, un tono, un algo y un deje que es el mismo en todos los artistas, que dicen todos igual 'vamo' y todos tienen quinientos millones de visitas en Youtube y una pronunciación universalmente latina por la cuál uno no es capaz de asegurar si el que canta es de Porriño, Trebujena o San Juan de Puerto Rico. Viene Rosalía diciendo algo del 'kitipó' y el 'homie' en el nuevo castellano que pueden sentir como propio los zagales de Burgos lo mismo que los de Medellín pero que no comprenden ni los unos ni los otros. Recuerda a cuando la academia vasca unificó el euskera en el euskera batúa (unificado) y los presentadores de Canal Sur comenzaron a hablar todos igual. Tiene sentido una uniformización del idioma para comunicar a cuantas más personas, pero para confundirlas, parece cosa de carajotes. Siendo el español el segundo idioma más hablado del mundo, un tipo que vive en Madrid como yo comprende mejor a un grupo de Canadá que a una chavala de Sant Esteve.
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