No sé cuándo sucedió, pero tuvo que haber un momento en el que empezara a mirar el mundo de forma menos cándida. Además de la edad y de lo vivido, algo tendrían que ver con el asunto los libros y las películas. Las de David ... Lynch, por ejemplo, el hombre que se dedicó a perturbar nuestra inocencia y que, ahora, comenta casi al borde de la lágrima '¡Qué bello es vivir!'. No sé si, de joven, Lynch despreció la película calificándola de cursi y ramplona. Yo sí lo hice, que de lista que me creía era más tonta que un mazo. Con los años no es que haya mejorado mucho, pero hoy prefiero pensar que cada vez que suena una campana es que un ángel se ha ganado sus alas, y no que está sonando la alarma del móvil.

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Alfredo Landa, que veía la película de Capra cuando estaba deprimido, tenía poco de inocente, y en sus memorias nos tira del guindo al mostrarnos la cara B de varios nombres del cine español. A Gracita Morales, la personificación de la inocencia, la tilda de despótica, caprichosa e intratable; la señorita era ella. Algo parecido dijo José Luis López Vázquez. El del bigote aparecía en 'Plácido', que nosotros también tenemos cine navideño, y del bueno. Pero, en lugar de ver eso, hay gente que se coloca 'Chimenea en tu hogar', una hora de un plano fijo de un fuego en el que arden y chisporrotean troncos de abedul. Ni Béla Tarr haría semejante cosa. Pues la cosa está en el primer puesto de las series más vistas de Netflix en España. Acabáramos. Lo mismo, los que lo ven son tan santos y tan inocentes que se acercan a la pantalla pesando en que se van a calentar. Pero, si les reconforta, es tan válido como lo de la campana y el ángel. Cada uno elige qué cataplasma aplicarse en estas fiestas.

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