Queridos Reyes Magos: Esta no es la carta de regalos, que esa ya os la envié a su debido tiempo y por los cauces adecuados, sino la hoja de reclamaciones de consumidores y usuarios. Estoy bastante mosqueada, la verdad, porque a pesar de que este ... año me he portado razonablemente bien, no me habéis traído nada de lo que os había pedido.

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Os pedí buena memoria, y esta mañana me he encontrado una agenda al pie del árbol. Que es muy práctica, vale, pero lo que yo quería era una cabeza enciclopédica capaz de retener nombres, caras, fechas y citas, que lo único que retengo son líquidos. También os pedí comer sin engordar, que estoy en esa edad en la que me ha empezado a gustar hasta la fruta escarchada del roscón, y lo que habéis hecho es mandarme un virus que me ha quitado el hambre, sí, pero también media vida en toses, que para ser tan buenos como se supone que sois tenéis un sentido del humor bastante retorcido.

Tampoco me habéis hecho caso en lo de convertirme en una columnista afilada y valiente, ni en traerme coraje para soportar la verdad y la incertidumbre, ni en hacer que mire hacia delante con curiosidad, ni en capacitarme para encontrar alegría en lo cotidiano, ni en quitarme la ansiedad del día y los desvelos de la noche, ni en despojarme de los miedos que me agarrotan, ni en regalarme un milagro pequeño, ni en impedir que me flagele por los errores tontos, ni en permitir que me perdone por los errores graves.

No pasa nada, no os guardo rencor. Pero no intentéis aprovecharos de que me gusta más un armiño que a un tonto un lápiz: si el año que viene no me traéis lo que os pido, me hago republicana y me paso a Papá Noel. Y no están las monarquías como para perder súbditos. Avisados quedáis.

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