La gran evasión
A la última ·
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Los puenteros viajeros son los fieles seguidores de la escuela filosófica de Antonio Gamero, aquel actorazo bigotudo que decía que como fuera de casa no se estaba en ningún sitioNo todos los sometidos a este nuestro sistema capitalista padecen el mismo nivel de opresión: están los que van de puente en puente y tiro porque me lleva la corriente, y están los se quedan (nos quedamos) atados a la pata de la silla. «Pues ... haber estudiado Magisterio como yo», me dice mi amiga Ana. Pues sí.
En este puente constitucional e inmaculado, el respetable ha aprovechado para hacer una pausa publicitaria «tan corta como el sueldo del presentador», que decía Antonio Gasset, pero suficiente como para irte a Gibraltar a ver los monos, para buscar los orígenes del segundo apellido de tu madre en un valle perdido de Navarra, para sentirte guiri en Benidorm o para recorrerte trescientos kilómetros con el fin de cenar en un restaurante que te ha recomendado Juanma, el de marketing, ese que dice en su perfil de Instagram que es «'runner', 'foodie' pero, ante todo, padre». Luego, la cosa no era para tanto y, encima, te has comido media paga de Navidad. Pero la culpa es tuya por fiarte de un tío que pone eso en su perfil.
Los puenteros viajeros son los fieles seguidores de la escuela filosófica de Antonio Gamero, aquel actorazo bigotudo que decía que como fuera de casa no se estaba en ningún sitio. Hombre, eso es un poco radical, que no voy a cambiar mi cama por un saco de dormir. Pero la tranquilidad que tienen los que se van es que saben que, aunque se dejen los riñones maldurmiendo por ahí, su cama les está esperando. Como las rutinas, las mismas que han provocado la huida y que reconfortan a la vuelta. Porque, de los puentes, se vuelve. Excepto que seas Kerouac: «No dejaba nada detrás de mí, había cortado todos los puentes y no me importaba un carajo nada de nada». Otro radical.
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