Sánchez y otros ciegos

Cataluña es mucho más que el ruidoso independentismo. Y España no es, ni lo fue desde la reimplantación democrática, la que trazan ilusoria e interesadamente Ayuso o Abascal en Madrid, que pretenden uniformar al resto. Es más diversa que la una y grande no libre del franquismo añorado, y si se continúa insistiendo en viralizar esa ensoñación, se hará un flaco favor a la convivencia. Otra cosa es la intolerable ambición estrictamente personal de Pedro Sánchez, que ha destilado lo que está pasando. El presidente lleva mandato y medio en la oficina. Tiene 51 años y no quiere ser un jarrón chino tan pronto; necesita otros cuatro años. Pretende proyectarse hacia un sillón internacional a costa de sus compatriotas y el pobre PSOE.

Y no obviemos la pugna independentista a elecciones vista en Euskadi y Cataluña: se trata de retomar allí el caldo derecha Vs izquierda. Si Sánchez hubiera disfrutado de mayoría propia y planteado 'Esto' a medio mandato por el interés general del país, no padeceríamos estas tribulaciones ni algaradas cayetanas, que agitan la derecha y los ultras para ver si cae algo del árbol. A Sánchez le espera una avalancha de preguntas con las consiguientes respuestas. Son tantas que no sé cómo las satisfará; y las de Puigdemont, el delincuente urdidor y coautor de este sainete. Decía Bismarck que España es el país más fuerte del mundo. Pues sí, porque no se rompe.