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Aunque seas adulto, siempre te acompañará el niño que fuiste. Somos como una cebolla que va dotándose de capas a medida que crece. ¿Tienes miedo? Aflora el pequeñín que late en ti. ¿Sueñas con ser el Capitán Trueno? El mismo mocoso te acompaña, aunque peines ... canas. A José Luis Ábalos le sucede como al resto de los mortales: tiene miedo y sueños, de ahí que se apoyara en alguien que le reconfortara. Para atenazar sus sobresaltos atávicos, lo fio todo a un aizkolari (en euskera, persona que maneja un hacha). Era un cortador de troncos navarro sin ninguna formación académica que ejercía como portero de locales nocturnos, escolta y otro tipo de celos. Koldo García se pegó al pobre Luisito como una lapa. El del hacha se convirtió en su segunda piel. El exministro declaró en el Tribunal Supremo hace unos días que «Koldo me cuidaba, me compraba tabaco, iba a la farmacia…». En fin, actuaba como cualquier hijo ante las demandas de sus padres, aunque con la singularidad de que el niño no era Koldo, sino el pequeño José Luis.Pronto, el grandullón multiusos se enseñoreó del palacio. Se hizo con un puesto en el consejo de Renfe y en Puertos del Estado. Colocó a su esposa como secretaria en el mismo ministerio, así como a su hermano Joseba, que desbrozaba cunetas en vez de cortar troncos. Bajo el paraguas de Ábalos, todo marchaba viento en popa para el asistente. Hasta que saltaron todas las alarmas, Pedro Sánchez convocó al ministro y le soltó «nuestro camino juntos ha concluido». Fin de la fiesta y comienzo del calvario. Luego llegó el asunto de las mascarillas, los casoplones y la corruptela que investiga la justicia. En febrero, Ábalos compareció en el Congreso. «Vengo en mi coche, no tengo secretaria, no tengo a 'naaadie' detrás ni al lado». Debiste contratar a una niñera británica.
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