Hasta hace poco tiempo, salías del cine o cerrabas las páginas de un cómic con un respiro de alivio: al final, el bien siempre prevalecía. Pero entonces cambiaron los guionistas. Fue ahí donde la esencia del mal comenzó a alzarse victoriosa y, peor aun, los ... villanos dejaron de ser mera ficción para materializarse en figuras de carne, hueso y mucha pasta. El Pingüino, el Joker de Batman o las sombras siniestras de la factoría Marvel ahora encuentran refugio en la política de tu país y sus alrededores, y ya no puedes invocar ni a Superman ni a Spiderman para salvar al mundo libre de una auténtica tiranía.

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Hoy, la misión de enfundarte el traje de superhéroe recae sobre ti, siempre y cuando la democracia (a la que la villanía pretende extinguir) logre mantenerse firme. Porque, si llegara a desaparecer el régimen de libertades, no habría retorno posible. En ese momento te preguntarás por qué no acudiste en su auxilio (que era también hacerlo en el tuyo), o por qué preferiste perderte en el inagotable carrete de la Internet banal en lugar de profundizar en lo realmente trascendente.

Si equiparas la legitimidad de las 'fake news' con la verdad verificada, y abrazas las primeras tras colocarte una venda cómoda, será tu decisión soberana; pero cuando otorgues el poder a quienes colonizaron tu mente mientras mirabas hacia otro lado y luego te despojen de la libertad que disfrutabas, te esclavicen aún más o tengas que pagar por los servicios esenciales descubrirás que estás espiritualmente muerto.

Cuando evoques la foto de familia de la coronación de Trump, acompañado por Musk, Orbán, Meloni, Bolsonaro, Farage, Le Pen, Milei o tu admirado Abascal, no podrás evitar verte reflejado en esa imagen, aunque nunca te invitaran a disfrutar de la juerga que pagas tú.

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