El presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco. A. Mingueza
La aventura humana

El chupete de Mañueco

«Quieren que aquellos muertos permanezcan en ninguna parte, que aquello fue fruto del destino y que debemos mirar hacia adelante»

Roberto Carbajal

Valladolid

Martes, 2 de abril 2024, 00:33

Conocí a Stephan Gabrisch a mediados de los años ochenta. Ambos éramos moteros y esas cosas habilitan amistades incipientes. Llegó en su máquina desde Bonn (entonces, capital de la República Federal de Alemania) para cabalgar sobre nuestro país. Intercambiamos teléfonos, direcciones y opiniones. Cuando en ... 1991 la RDA y la parte decente germana se unificaron, le envié un telegrama en vez de felicitarle por teléfono, porque abrazo más la letra impresa que la evanescencia electrónica del aire. Durante una charla, Stephan me mostró su asombro por la situación irresuelta de los muertos que aún aguardan justicia en la indecente tumba de las cunetas. «Con todo el dolor y el sentimiento de culpa que arrastramos los alemanes, creo que hicimos un buen trabajo tras la guerra. Por eso algo como lo que sucede en España sería impensable en Alemania». Sí, sería impensable. Pero en nuestro proceloso país no solo es pensable, sino que es la exaltación de la vergüenza, un lastre que muestra al mundo la indecencia de nuestra democracia en este capítulo y que algunos blanden como trofeos.

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Soy de lágrima fácil, y cuando el año pasado abrieron una fosa común, encontraron los restos de una mujer que había sido ejecutada y que fue sepultada junto al chupete de su bebé, no pude menos que verter unas cuantas. Incluso hoy el solo recuerdo de aquella enternecedora instantánea me deja muy mal cuerpo y una repugnancia que no puedo ni debo esconder.

Mañueco y sus mesnadas quieren que aquellos muertos permanezcan en ninguna parte, que aquello fue fruto del destino y que debemos mirar hacia adelante en pos de la concordia. Puede que la derechona de este país piense que nos chupamos el dedo. Cuando eres un bebé te ponen el chupete y dejas de protestar. Dice mi madre que conmigo nunca funcionó.

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