Biden y la Caballé

Puede que abraces una larga vida si te cuidas y te acompaña la herencia biológica de tus antepasados. Pero el cuerpo físico (acotémoslo así) no tiene un comportamiento mecánico regresivo; es decir: no volverás a ser joven nunca más. Incluso si tu mente aún es capaz de conservar cierta frescura, o que la acumulación de experiencia y conocimiento traten de impulsar tu vigor, nada podrá hacer que esa mente y el resto del cuerpo caminen con armonía y sincronismo.

Joe Biden se empeña en contradecir la evidencia. Cree que puede desempeñar el cargo de presidente cuatro años más. Su cerrazón senil causará un golpe mortal a la democracia que dice defender, y que Trump desmantelará, causando un daño al país y al mundo. Biden accedió al Senado con veintinueve años y no se ha apeado de la política desde entonces. Dicen quienes le conocen que es un buen hombre, Stigtitz entre ellos. Los logros económicos durante su mandato son incontestables. Tal vez el narcisismo que acompaña a la profesión le haya nublado la perspectiva, y ni oye, ve ni razona sobre el peligro que acecha en noviembre. Su empecinamiento me recuerda a cómo se arrastraba por los escenarios Montserrat Caballé en sus últimos años. Acudí a uno de sus conciertos por compromiso, y lo que contemplé fue indigno de su bagaje. Su entorno la ordeñó indecentemente. Alguien estará ordeñando al tito Joe; o si es él quien está ordeñándose, hablaríamos de asuntos de alcoba.