Ábalos y la koldocaína

La propia encomienda de asesoría debería llevar implícito el conocimiento experto de una materia, no simplemente la confianza o el nepotismo. Incluso más: el sistema debería articular mecanismos de control que realizasen un cribado acerca de si una persona reúne, aparte de la idoneidad para una tarea, la ejemplaridad en su trayectoria vital. En el caso de Koldo García Izaguirre, el peinado de su historial judicial lo inhabilitaría para asumir no ya un cargo sufragado con dinero público, sino para el desempeño de traerte la compra a casa, porque la pizza que pediste llegaría mordisqueada.

Ábalos está en estado de shock. No se explica por qué ha caído en desgracia cuando «yo no estoy implicado» en nada de lo que se investiga. Lo que el exministro no entiende es el fango en el que ha estado envuelto salpicando al gobierno, y del que no ha sido consciente porque él mismo se desempeña de un modo en que los estándares que marcan las buenas formas le son ajenos, asumiendo como normal la cutrez bananera por la que ha transitado durante su carrera política.

El sábado pasado entrevistaron en televisión a Óscar Puente. Dijo que su ministerio no puede echar a la calle a uno de los hermanos de Koldo «porque está desempeñando su trabajo de desbrozador correctamente». Algo tiene la koldocaína que atonta a la gente. Donde sí urge un desbroce es en el PSOE, o lo que queda de él.