Secciones
Servicios
Destacamos
Algunos, a sus veinte, sabían qué era eso de Extremoduro. Y sabían algunos, aunque fuera por el cole, algo de un tal Miguel Delibes. Hace ya unos años. Quizá hoy ya no sería así. Aún, de cuando en vez, utilizo en clase a Robe (Iniesta) ... y a Miguel Delibes para despiojar prejuicios; alentar a leer y a escuchar y a pensar; provocar, claro; sorprender al encontrar el cruce en el que confluyen, el de la literatura y sus múltiples modos. Mostrarles el talento.
Robe, que comenzó con ese 'rock transgresivo' de letras salvajes, sexuales, bofetadas al buen gusto y guitarreo duro, calzaba versos de Pablo Neruda o de Miguel Hernández o de Antonio Machado mucho antes de que su música incorporase violines, o un piano, o que se orquestase en piezas distintas que se complementan unas a otras. Hoy los arreones de realidad de sus letras suenan evolucionados pero igual de contundentes.
A Miguel Delibes nos lo enseñaron mal o lo aprendimos apresurados. No lo sé. Porque el recuerdo que te quedaba, en ese fin de año en el que el currículo se aprieta y hay que meter todo junto a GarcíaMárquez-Delibes-CamiloJoséCela-y-todo-loque-queda-desde-1927-hasta-ahora, era el de un señor muy serio que cazaba y escribía del campo, lugar exótico para niños urbanitas. No recuerdo que nos dijeran que era un vanguardista, capaz de construir solo con seis puntos una novela en seis capítulos, o de retratar con un monólogo enredado sobre sí mismo una vida y una sociedad.
Talento que suena, a primer golpe, antagónico, y sin embargo compatible. Talento que trae historias, mensajes, desafíos. Talento de quien se reta a sí mismo para nunca conformarse con lo que un día ya fue. Siempre me pareció que daban para una lección.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.