Al año de robarnos la inocencia
Intruso en El Norte ·
Un año sin Laura que ha pasado con las injusticias habituales y con las que han de venirSecciones
Servicios
Destacamos
Intruso en El Norte ·
Un año sin Laura que ha pasado con las injusticias habituales y con las que han de venirEl mal sí tiene cara, y se llama Bernardo Montoya. Dicen –o quieren decir– que por las noches lee la Biblia en el módulo penitenciario de Sevilla II, y uno entiende que le tienen que rechinar los dientes y crujir los huesos en las madrugadas, ... cuando sale la luna y se oscurecen los barrotes. Bernardo Montoya era reincidente y nos mató a Laura Luelmo hará ya un año, poniendo en vilo a Huelva y a Zamora y a España entera. Con aquel crimen volvimos a entender que no estamos exentos de la España más negra, que Anglés y King acechan en las tardes invernales y en todas las esquinas del mapa. Que nuestras novias y nuestras madres y nuestras hermanas y hasta nosotros mismos no estamos libres de salir en 'El Caso'. Que nos han vetado el Paraíso por algo.
El crimen nos dolió más si cabe por Laura, que era joven y bella, y porque Montoya es de esos talegueros que reinciden, que entran y salen del 'maco' demostrando a Dios y al mundo entero que la cárcel no redime y que hay asesinos sobre los que es imposible lo de la paz, piedad y perdón que diría Azaña. La muerte de Laura fue ese rejón por diciembre que yo ya consigné en mi diario íntimo y público: su historia nos mordía por el desarraigo de una chiquina que bajó al Sur a enseñar Dibujo y se encontró con una de esas bestias pardas que aún no hemos erradicado del todo.
Dicen que la defensa legal de Montoya prepara una artillería de resquicios legales, de interpretaciones de lo real para argumentar que el asesino presenta un trastorno de la personalidad: justificar que además de pérfido hay que tratarlo con benevolencia por no sé qué trastorno en las sinapsis. La cosa va de decir en papel pericial que la bestia, al final, tenía una explicación razonable...
De todo, como del crimen, hace un año. De todo hace un año siempre que llegamos a estas alturas de diciembre. Pero resulta que aquel crimen todavía nos resuena con el dolor de lo incomprensible. Acaso porque Montoya dijo que o lo encerraban o lo volvería a hacer. Y lo peor, claro, es que para que esta tragedia lorquiana se hiciera realidad tuvimos que dar sepultura a una flor.
Es doloroso constatar que el mal existe. Eso de abrir la hemeroteca y ver que de año en año somos peores y nos enredamos con una metafísica que olvida los puñales. Vivir consiste en que la sangre no nos diga nada, en poner en sordina la barbarie. Es de lo que habla la maravillosa novela 'El dolor de los demás', de Miguel Ángel Hernández: un libro tan visceral que escuece en la estantería.
Un año desde que nos robaron la inocencia. Un año sin Laura que ha pasado con las injusticias habituales y con las que han de venir.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.