El rey del ridículo

Así, si uno repasa los casos de corrupción que jalonan nuestro camino, recordamos en primer lugar los que nos han provocado risa, además de la obvia indignación. Casi nadie ha olvidado las fotografías de hace treinta años del entonces director de la Guardia Civil, Luis Roldán, en calzonzillos, rodeado de prostitutas y tapándose cierto sitio con un enorme muñeco negro. La ridícula situación ha hecho olvidar otros casos de la época, igual o más graves pero sin escenas sonrojantes.

Ahora es el turno de coronar como rey del ridículo a Tito Berni, que ya solo con el nombre consigue llamar la atención que otros no logran. Su apodo sonoro, recordable y entroncado con la familia, al más puro estilo cinematográfico pero del humor grueso, le ayuda a pasar a la intrahistoria de lo cutre y a reinar en las conversaciones de una sociedad, que se guía más por las emociones que por los hechos. Tito Berni ya es el fiestero del momento, que al pobre Froilán le han mandado a un 'internado laboral' en Abu Dabi y cuentan que se le ve circunspecto y taciturno, con pocas posibilidades de batir su récord de 72 horas seguidas de fiesta.

A Boris Johnson, otro fiestero, le derribaron sus 'parties' y eso que para los británicos el sentido del ridículo es asunto menor, que les importa un 'egg' pasearse por aquí con sandalias y calcetines.