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Tan cerca las fechas navideñas, en este puente de la Inmaculada convendría ponerse a dieta – antes de las orgiásticas cenas de empresa y los banquetes familiares suicidas–- y recordar que la Constitución de 1978 sirvió para que los partidos moderaran sus apetitos. La izquierda ... renunció a la república; la derecha aceptó el pluralismo (partido comunista incluido) y las comunidades autónomas. Nuestra convivencia se basa en que nadie pretendió devorar más, ni imponer completo su programa. El menú constitucional fue cocinado por consenso.
La receta de Grande Covián es sabia: probar de todo en platos pequeños. Así como la salud demanda comer y beber con temperancia, también la buena política requiere evitar los excesos. Los ciudadanos deberíamos estar prevenidos ante la gula de poder, un pecado perceptible por la ausencia de autocrítica, la desconsideración del adversario y una tendencia reiterada a decir que lo del otro es mucho peor, más corrupto y malintencionado. Contra tales intoxicaciones, es recomendable yantar variado y no votar siempre a los mismos. A veces también hay que practicar el ayuno (abstenerse de ir a las urnas).
Otra alternativa hoy es Ozempic (la semaglutida), un medicamento para diabéticos que ha logrado lo que nunca pudo ofrecer la idea de la alcachofa, ni garantizan los miles de falsos nutricionistas que confunden a la gente en redes: pérdidas de entre el diez y el quince por ciento del peso corporal. Al generar sensación de saciedad previa a los almuerzos, lo que aminora la ingesta – se come menos, evita los atracones – logrando progresivos adelgazamientos y una cara de apariencia envejecida.
¿Deberían prescribir esta receta a los políticos? La duración del almuerzo de Mazón el 29 de octubre es tan inverosímil que nadie puede pensar sólo en comida y bebida. No tiene pinta de que sumara copa y puro, pero quien sabe cuánto da de sí la visa oficial, tan generosa como la subida de sueldos para compensar a quienes llegan ahora para «salvar» Valencia – no los voluntarios, ni los bomberos –. Otra falta de contención que será castigada en las urnas en 2027.
Tantos abusos se pagan al presentarse a las elecciones. Más remedios probables vendrán de los tribunales, también a modo de semaglutida; pues permitirán sentir los límites para corregir los riesgos de la indigestión y los michelines. Lo ideal sería no necesitar condenas y ver la prudencia sentada en la mesa común de lo público, pero ya se sabe que, quien no es capaz de controlarse a sí mismo, perderá antes o después su libertad.
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