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Gracias a los agricultores y los ganaderos vivimos en una tierra de buen pan y vino, deliciosos quesos, jamones insuperables, viandas suculentas, verduras y legumbres extraordinarias. Las mujeres y los hombres dedicados a cultivar y cuidar campos y animales merecen por ello el mayor reconocimiento. ... Obras son amores, así que al hacer la compra expresemos esta gratitud mediante el consumo responsable y la defensa de lo nuestro. Llenar la cesta o el carro con alimentos saludables gratifica nuestro cuerpo y mente, es la mejor inversión posible.
Cada euro dirigido al bolsillo de los productores agroalimentarios castellanos y leoneses es una buena decisión pública y privada. Este sector no se puede deslocalizar, nunca nos fallará –si lo cuidamos– y representa una ventaja competitiva regional indudable en el marco de la globalización. La nuestra es tierra de sabor (y de saber), así que sepamos valorarlo y apoyemos las políticas presupuestarias para seguir favoreciendo al campo en todas las provincias. Los poderes fácticos deben orientarse con esmero a su cuidado y protección.
¿Defiendo el proteccionismo? Sí, en cierto modo, porque proteccionismo mal entendido es atacar a los otros, rechazar la colaboración y cerrarse al intercambio comercial (los boicots contra productos extranjeros). Nada que ver con el aprecio de lo próximo, la filosofía de la granja a la mesa y un sentimiento de empatía hacia quienes producen la comida que necesitamos y protegen el medio ambiente. Sin duda, la sostenibilidad comienza por nuestro entorno más cercano, porque no hay opción más ecológica que consumir local, con el menor volumen de emisiones de CO2 y sin perjudicar otros intereses del entorno.
Ahora las cadenas de distribución y las etiquetas nos ofrecen información sobre la procedencia de lo que adquirimos. La compra sostenible consiste en preferir una patata o una manzana de Castilla y León. Lo más inteligente es defender lo cercano sin dejar de pensar en el nivel global, en el que se sitúa la posible alianza con el bloque de Mercosur, compuesto por países de gran producción agrícola y ganadera. Este tratado puede percibirse como una amenaza, y podría serlo, pero también contiene disposiciones capaces de equilibrar ese riesgo y convertirlo en oportunidad si se gestiona bien. Por supuesto, esto dependerá de otras políticas públicas internas que deben reforzarse.
La noticia del Acuerdo de libre comercio entre dos bloques mundiales tan poblados y productivos se ha presentado como un gran acierto geoestratégico con ganancias para las dos partes, pero cada uno luego cuenta la fiesta según le va. Para la industria europea es motivo de celebración porque Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay fabrican menos automóviles y bienes de equipo. Sus economías son en gran medida agroexportadoras. ¿Desplazarán la producción agrícola y ganadera de nuestra tierra? ¿Afectará la nueva cuota de porcino de Paraguay a los productores de carne de cerdo de Castilla y León? La cosa es seria porque vienen nuevos aranceles y guerras comerciales.
Por ello, tanto la Unión europea como los gobiernos nacionales habrían de adoptar medidas de contrapeso suficientes. En primer lugar, el acuerdo contempla la adopción de regulaciones ambientales en el espacio Mercosur. Esto debe exigirse con rigor. Los productos deben competir en igualdad de condiciones. También deberían eliminarse toda una serie de barreras de efecto equivalente que hoy dificultan y encarecen la exportación agroalimentaria de calidad a aquellos países.
Otra oportunidad sobresaliente para Castilla y León se presenta por la posición geográfica de este territorio, tan orientado hacia Occidente y conectado con los puertos naturales de salida de mercancías hacia Sudamérica. Brasil y Argentina son mercados inmensos, importadores y exportadores de mercancías que habrán de moverse entre polos y ejes logísticos que se situarán en Castilla y León. Los costes de envío de bienes a aquellos países serán ventajosos para los empresarios de esta tierra, si se gestiona bien.
Mucho se ha hablado en los últimos años del Arco atlántico y nuestra situación estratégica. Lástima que la agenda pública esté ocupada por cuestiones más estrepitosas, pero menos importantes. El juicio al Fiscal General del Estado no es un asunto menor, pero nos jugamos mucho más en el ovino, el bovino y el porcino.
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