Ellos lo saben todo, incluso que debíamos esperar para ver desfiles con pompa y esplendor. Han regresado y lo han hecho sin defraudar, como bien sabe la realeza venida Oriente. Alargaron la espera y dejaron caer un gris plomizo sobre nuestras cabezas revueltas antes ... de emprender la marcha ajustada a vías anchas. Las exigencias sanitarias no se lo han puesto fácil, pero ellos saben lo que es recorrer miles de kilómetros, avanzar por territorio inhóspito, atravesar el Tigris y el Eúfrates, cruzar el serpenteante Jordán o sortear el Mar Muerto.

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Un recorrido de meses por Judea, Petra, Mesopotamia, Jerusalén y que felizmente desembocó en Belén. La meseta castellana es para ellos un paseo. El charco solo lo cruzaron en Medina de Rioseco porque allí llegaron navegando por el Canal de Castilla. Una suerte de Reyes que nos recuerdan que la fiesta es de Interés Turístico Regional.

Nos conocen, nos observan y no defraudan. La espera casi siempre vale la pena, así que los niños que tuvieron que salir del colegio y encerrarse en casa, han vuelto a verlos casi como antes, pero un poco mejor, sin achuchones ni codazos y con la ilusión intacta.

El cortejo ha discurrido sin paradas, acelerando el paso allí donde las estrecheces no permitían el reencuentro. Este año los majos llegados de Oriente nos han devuelto la ilusión. Que nada nos la vuelva a quitar.

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