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No entiendo al señor Simón, ni su ineficacia, la persistencia en las meteduras de pata, su mala gestión. No entiendo esa vocación de permanecer, de aferrarse al cargo, de no dimitir. La señora Ayuso, la presidenta de la Comunidad de Madrid, también me parece un ... enigma. La impresión que me da es de completa estupidez, de profunda estulticia, pero a la fuerza tengo que estar equivocado. A pesar de que soy un devoto de Cipolla y de que me tomo muy en serio sus advertencias sobre lo peligrosa y frecuente que resulta la estupidez, imagino que a la señora Ayuso la mueven intenciones que se me escapan. Illa, el ministro Illa, el filósofo Illa, me sume en el desconcierto.
Platón decía, en 'La República', que el ideal de político es el filósofo. Platón decía muchas chorradas. E Illa no es filósofo, estudió Filosofía y enseguida se fue a la Universidad de Navarra a hacer un Master de Economía con el Opus Dei. No le entiendo. Nada. Me da la impresión de que es partidario de la inmunidad del rebaño, de eso que algunos defendían al principio y que conlleva miríadas de muertos. ¿Qué hace Illa para contener el virus? Hablar bajito y repetir esa tontería de que está dedicado al 101% a su labor. 101%.
Por eso presento mis respetos a Fernández Mañueco y su decisión de imponer el toque de queda a las ocho. Porque lo entiendo, porque creo que es benéfico, porque predomina el interés por la vida y la salud de sus ciudadanos por encima de tanta politiquería que nos está matando, literalmente matando. Mis respetos, señor presidente.
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