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Todos estábamos la mar de contentos convencidos de que después de tantos mareos electorales, negociaciones tormentosas y esperas desesperantes, por fin teníamos Gobierno; un Gobierno que podía gustar más, menos o casi nada, pero un Gobierno, al fin y al cabo. Como ya se sabe ... que la alegría dura poco en la casa de los pobres, en España, mal que nos pese y mucho que recordemos el espíritu de la Transición, en materia política hemos vuelto hace tiempo a ser pobres de solemnidad.
Solo así se explican todos los avatares vividos estos últimos años entre corrupción, crisis, elecciones y, peor aún, lo que está ocurriendo estos días de triste luna de miel del primer Gobierno de coalición, del primer intento de diálogo con los independentistas y del debut de una oposición variada y con tanto trabajo esperándola ante el futuro. Pero, ya digo, las ilusiones se evaporan pronto y mientras en el Gobierno empiezan a asomar las primeras discrepancias y las primeras disonancias, en la oposición no se quedan atrás.
¡Qué va! Incluso van por delante. Ya se han enzarzado en reyertas internas recordándonos que la paz entre nuestros partidos, fuera y dentro de izquierdas, de derechas o mediopensionistas, es imposible. Los independentistas catalanes ya se enzarzaron en disputas internas que están demostrándoles a todos sus conciudadanos y al resto de los españoles que sus pretensiones son una quimera.
En Ciudadanos, bien es verdad que digerir su derrota se vislumbraba imposible, todo está evolucionando como el rosario de la aurora, mientras en el PP, donde parecía que reinaba la paz perdida, observamos un guirigay de Dios te ampare, que hace tiempo se sospechaba y ya no se oculta. Lo que está ocurriendo en Euskadi, la comunidad donde más necesita dar imagen de solvencia para mejorar la representación, menudo follón que tienen armado. Ya sabemos que la actividad política es así, que no es para alarmarse con el coco Vox, pero, hombre, que el conflicto vuelva a estallar tan pronto choca.
Claro que tampoco en los partidos de la coalición gubernamental las cosas son un jardín de rosas. Todavía no es tiempo de discrepar en voz alta, pero por algo se empieza. El PSOE tampoco es un jardín de rosas. Estar en el poder calma mucho las tensiones, aunque no del todo. De vez en cuando se escuchan voces autorizadas discrepantes, mientras que en Podemos tampoco parece que llegar al Consejo de Ministros haya serenado los ánimos, más bien al contrario. Ante el Congreso del partido en Vistalegre, incluso sin esperar al Congreso, ya han surgido rebeliones como la que ha llevado a la escisión de Andalucía.
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