Ciudadanos ha sido el gran derrotado. Sus diez congresistas quedarán relegados al gallinero. Perderán un sustancioso presupuesto, pues los partidos políticos, además de cuentos, son cuentas. Y, como es lógico, los naranjas echarán de menos minutos y minutos de proyección pública: ahora son menos que Esquerra, que logró 13. Lo que pase en esa formación, cómo resuelva este descalabro, es muy relevante en Castilla y León por razones obvias. A priori, los destinos de PP y Ciudadanos, al menos en la Junta, no deberían verse especialmente comprometidos. No parece probable que, a la vuelta de mayo, a Mañueco le dé por jugársela con una arriesgada anticipación de elecciones. Ni parece sensato que Igea dé un golpe de timón y, de buenas a primeras, sitúe al PSOE de Tudanca en la presidencia mediante una moción de censura: esos movimientos son percibidos sobre todo como oportunistas y hunden a sus promotores para los restos.
Si nos atenemos a los hechos, asombra la facilidad y simpleza con que algunos (particularmente desde el PSOE) explican este desastre electoral. Para unos, el apoyo de Igea al PP, contra lo que se supone defendió en la campaña regional, ha sido la causa. Pero el hundimiento se ha producido igual en todas partes. Es habitual que los mismos que sostienen esta versión añadan, además, que también se debe a que Rivera no alcanzó un pacto con el PSOE para mantener a Sánchez en Moncloa. Pero, en sentido estricto, si la razón de lo ocurrido es nacional, las causas locales no entrarían en juego. De ser así, en Andalucía debieron haber conservado su peso y allí Ciudadanos se ha despeñado a la misma profundidad que en el resto de comunidades. Parece por tanto más adecuado mirar al plano nacional. Y en él cuesta de nuevo sintetizar los argumentos en una sola justificación. Porque se derechizó ideológicamente; porque no pactó con el PSOE; por lo contrario, porque del 'no es no' a Sánchez viró en el último momento, justo antes de la convocatoria de las elecciones, y abrió una puerta al pacto… Seguramente intervinieron muchos factores, aunque el de no formar gobierno con Sánchez se antoja cuando menos rebuscado. Ni Rivera se presentó a las elecciones con esa opción sobre la mesa ni el PSOE se la ofreció nunca. Por ejemplo, los socialistas nunca dieron opción a que en Navarra, donde, oh casualidad, Bildu sacó anoche su quinto escaño y PSOE, Geroa Bai y Podemos perdieron apoyos, el PSOE facilitara esa salida dando opciones de gobierno a la lista más votada de Navarra Suma. Además, los comicios autonómicos y municipales respaldaron la estrategia del 28A. Parece que el estropicio tiene más que ver con el calentamiento del clima político general. La sentencia del proceso separatista catalán, la exhumación de Franco y los disturbios en Barcelona hicieron que lo que en otro tiempo fue hielo y en abril agua, ayer se convirtiese en vapor… Es decir, parece que tiene más que ver con la intensidad o visceralidad de la respuesta a los desafíos sociales a los que se enfrenta el país que ofrece una parte importante del electorado y no exclusivamente a que Rivera dijese o hiciese tal cosa o tal otra.
Dicho lo cual, Rivera, al que cabe reprochar que no haya detectado a tiempo la variabilidad del clima político, hace bien al no aplicarse el manual de resistencia de Pedro Sánchez y, dejando un lado las culpabilidades, asumir la responsabilidad y apartarse para que ese congreso nacional anunciado antes de medianoche pueda definir un nuevo proyecto sin rémoras del pasado. Su dimisión es una buena noticia.
«Los comicios autonómicos y municipales respaldaron la estrategia del 28A. Parece que el estropicio tiene más que ver con el calentamiento del clima político general. La sentencia del proceso separatista catalán, la exhumación de Franco y los disturbios en Barcelona hicieron que lo que en otro tiempo fue hielo y en abril agua, ayer se convirtiese en vapor…»
El PSOE ha ganado las elecciones, pero no tiene más argumentos que en abril para gobernar, tiene menos. Las urnas, al margen de otras consecuencias no achacables al PSOE, como la pujanza de Vox, no han aclarado el mensaje de la ciudadanía, solo lo han complicado. Y lo que es peor, como ya avanzaba en mi carta del domingo, buena parte de sus opciones de investidura y gobierno pasan por la abstención de Esquerra Republicana. En ese supuesto, le será harto complicado justificar que en su día echara a Rajoy y al PP del Gobierno por corrupción, a raíz de la sentencia del caso Gürtel por los comentarios del juez José Ricardo de Prada, y ahora trate de formarlo con ayuda, de cualquier tipo, activa o pasiva, de un partido que tiene a su presidente, Junqueras, y dos miembros destacados de su organización, Romeva y Forcadell, en prisión condenados por sedición y malversación. Si Rajoy no valía, menos deberían valer ERC, JxCat o Bildu. ¿O no?
El PP de Pablo Casado ha superado el naufragio de abril, pero a su vez debe hacer frente a una amenaza desde la ultraderecha de Vox mucho más compleja que la de Ciudadanos. Los populares han demostrado, no obstante, la importancia del poder territorial, que con estos resultados han afianzado de manera notable, también en Castilla y León, frente a Ciudadanos.
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