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Con los asesinatos el pasado miércoles de una mujer de 45 años en Aznalcóllar (Sevilla) y de otra de 75 en Fuenlabrada (Madrid), el saldo de víctimas de la violencia de género en los dos primeros meses del año fue de trece. Extrapolada esta ... cifra a los doce meses del año, para lo que habría que multiplicarla por seis, daría un total de 78 mujeres asesinadas, lo que significa que se ha acelerado la cadencia de lacra insidiosa que nos acecha ya que en todo 2019 hubo apenas 55 víctimas, y ya fue la cifra más alta del último lustro. Puede que solo sea una desviación excepcional de la pauta estadística, pero todo indica que estamos ante un repunte claro de esta perversión.
Un repunte que, casualmente, coincide con la ruptura del consenso parlamentario sobre la violencia de género y la necesidad de acorralarla por todos los medios jurídicos, políticos, policiales, sociales y culturales, ya que poner fin a esta degeneración constituye una de las cuentas pendientes de nuestro modelo de convivencia, tan depurado en muchos sentidos y tan brutal en otros. Como es bien conocido, hoy hay un partido parlamentario que niega el concepto mismo de violencia de género, y que rechaza la evidencia de que el abuso reiterado de la mujer que realiza el hombre sea un fenómeno sistémico que hay que abordar como tal, ya que se debe a la aberración cultural heredada que conduce al varón a pensar que por alguna bíblica predestinación la mujer debe someterse a su imperio.
El dominio que ejerce el macho de la especie humana sobre la hembra sería, según los degenerados que niegan la igualdad, una especie de pauta genética que atribuiría a la mujer el papel subsidiario de la maternidad, la tarea doméstica y el solaz del marido, en tanto el hombre, protagonista de la historia, sería el auténtico dueño de la creación. Solo desde esta visión deformada de la realidad puede entenderse la recurrencia insoportable de esta forma atroz de violencia, que no hemos sido capaces de embridar ni mucho menos de erradicar.
La solución a este problema que se agrava en vez de aliviarse pasa por la intensificación de las políticas multisectoriales y pluridisciplinares que se han implementado, y que habrá que perfeccionar constantemente y que dotar según las necesidades. Pero también por el consenso estrecho y beligerante del cuerpo social y de las instituciones, incluidas las cámaras parlamentarias. Quienes hoy niegan la violencia de género estimulan a los homicidas y deberían meditar intensamente si no estarán profundamente equivocados. Quienes hoy niegan la violencia de género estimulan a los homicidas y deberían meditar intensamente si no estarán profundamente equivocados.
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