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El intento de debate promovido por Pablo Iglesias y sus seguidores intentando distraer la atención sobre sus problemas provocando el dilema sobre monarquía o república, ha pinchado tras el éxito de opinión y audiencia que consiguió el Rey en Nochebuena. Fue un mensaje de ... Estado adecuado a la situación que estamos viviendo, marginando cuestiones coyunturales, y con un claro contenido social, que sus adversarios serán incapaces de reconocer.
No le faltó nada al Monarca para que los críticos encontraran algún argumento claro para atacarle a él y a la institución que encabeza. Y quizás la mejor prueba fueron las débiles observaciones con que lo enjuiciaron los populistas, republicanos y secesionistas. La conclusión de la sociedad es bien clara: cambiar la monarquía que nos ha proporcionado casi medio siglo de prosperidad, ahora no toca.
Quienes, con todo el derecho, por supuesto, opinan que estaríamos mejor con una república, si quieren razonar con propiedad deberían echar la vista atrás y recordar que la monarquía actual es el mejor y más democrático sistema político en nuestra historia y, ya de paso, analizar los resultados de las dos experiencias republicanas que hemos tenido. Del mismo modo, podemos mirar a nuestro entorno y extraer algunas conclusiones.
La república no aporta ninguna garantía de acierto en la elección del presidente. En muchos países lo saben muy bien. Que se acierte puede ser una suerte pasajera para cuatro años. También ocurre con bastante frecuencia lo contrario. El voto elevó al poder a un personaje tan deleznable como Donald Trump. Algo similar es la experiencia de Brasil, con otro esperpento de la política como Jair Bolsonaro elegido presidente; o la de Nicaragua, donde el matrimonio Ortega Murillo se aprovecha de las urnas para convertir su revolución en una dictadura conyugal; o la penosa historia de Guinea Ecuatorial donde el derecho al voto mantiene en el poder a un déspota , asesino y corrupto, como es Teodoro Obiang desde hace 32 años.
Y todo por no hablar de Bielorrusia con Alexander Lukashenko eternizándose en el poder, Víctor Orbán en Hungría o el caos de Venezuela, tan admirada antes por muchos republicanos y antimonárquicos españoles, bajo la opresión de Nicolás Maduro. Desde su estatus republicano y el recurso a las urnas manipuladas, ha degradado hasta límites inimaginables al pueblo venezolano privándole de libertad, forzándolo a exiliarse, condenándole a sufrir corrupción, pobreza y a convivir con el narcotráfico.
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