«Siempre que la política interviene –muchas veces con sentido, oportunidad y buen juicio, ojo– en cuestiones empresariales es posible que las decisiones finales no respondan a ninguna lógica empresarial»
El viernes pasado, casi toda la prensa de España mostraba en sus páginas fotos de las protestas registradas en Cataluña por el cierre definitivo de Nissan. Con ello acabarán destruidos prácticamente 20.000 puestos de trabajo directos e indirectos de la Zona Franca de ... Barcelona. El mismo viernes, en la otra cara de la moneda para España, los máximos responsables de Renault a escala mundial, su presidente, Jean-Dominique Senard, y la consejera delegada, Clotilde Delbos, explicaron en rueda de prensa los planes industriales de la marca gala para los próximos años. Las plantas de Valladolid y Palencia no se verán afectadas –tampoco Sevilla– en su capacidad productiva ni tendrán que someterse a ajustes de personal. De hecho, fruto de sus altos niveles de eficiencia, queda abierta la puerta a que en el futuro reciban nuevos encargos. Esta comunicación de los dirigentes de la multinacional supuso un alivio, pues han sido muchas las tensiones y presiones que Renault ha vivido los últimos meses, desde que en febrero se conoció la existencia de este plan y hace unos días se supo que cerrarán factorías en el país vecino con la eliminación en paralelo de más de 4.000 empleos. Recordemos que Renault es en Francia como la Torre Eiffel, una parte de la genética de aquel país. El jueves, un destacado analista francés del sector, Bernard Jullien, lo explicaba con un ejemplo en el diario Le Monde: «Un gobierno que permitiese que Renault fuese comprado por un fabricante japonés lo pagaría caro en las urnas». Así las cosas, el Gobierno de Macron va a avalar un crédito de 5.000 millones a Renault y ha puesto sobre la mesa un plan de desarrollo de la automoción en el país de más de 8.000 millones de euros. El Ejecutivo francés, propietario del 15% de la compañía, emprende esas acciones porque quiere prevenir futuros movimientos que deslocalicen aún más líneas productivas de auténticos emblemas de su economía, como la marca del rombo, Peugeot, Citröen o Michelin. En ese sentido, la rueda de prensa del viernes sugería constantemente un mensaje de fondo, y es que la matriz nacional es lo primero. Incluso con ello se explicaban las medidas de ajuste más dolorosas para nuestros vecinos: «Se trata de la supervivencia de Renault», dijo Jean-Dominique Senard. La «lógica empresarial», según me decía un dirigente político esta semana, se ha impuesto. Esta vez. Porque no siempre se impone. En Reino Unido, por ejemplo, todo un país se ha metido en un lío morrocotudo como el Brexit sin ninguna lógica empresarial. Lo tenemos más cerca: la derogación de la reforma laboral pactada con Bildu representaría un dislate total en cualquier esquema de lógica empresarial. Ni que decir tiene si se impone la tesis de Unidas Podemos de nacionalizar las instalaciones de Nissan... Es decir, que siempre que la política interviene –muchas veces con sentido, oportunidad y buen juicio, ojo– en cuestiones empresariales es posible que las decisiones finales no respondan a ninguna lógica empresarial. Y en el caso de Renault –reitero, una empresa capitalizada por el Estado francés– con más razón.
«La automoción representa un 14% del PIB del país y más aún del castellano y leonés. Sería bueno aclarar el horizonte respecto de si hay que promover la compra de coches híbridos, enchufables, eléctricos, diésel, gasolina...»
Por todo lo cual, junto a la necesidad de que en Valladolid y Palencia se sigan produciendo avances que hagan impecable su desempeño dentro del grupo Renault, convendría que nuestras administraciones tomen nota de lo que ha hecho la francesa. La automoción representa un 14% del PIB del país y más aún del castellano y leonés. Sería bueno aclarar el horizonte respecto de si hay que promover la compra de coches híbridos, enchufables, eléctricos, diésel, gasolina... Las dudas detienen la venta y sin venta de vehículos, da igual todo lo demás. La ministra del ramo, Reyes Maroto, y el presidente regional, Fernández Mañueco, apostaban por un plan nacional que defienda el sector. El lehendakari vasco, Íñigo Urkullu, hacía lo propio desde Mondragón, pero con una diferencia: desde enero está activo un amplio plan renove de 5 millones que incentiva la adquisición de vehículos con ayudas desde mil euros. La industria automovilística tiene una importancia capital en nuestro tejido productivo, pero ha quedado claro esta semana que en España no disponemos de centros de decisión. Por eso, ahora más que nunca, tendríamos que compensar esa carencia con otros argumentos. La competencia y las incertidumbres no parece que tiendan a desaparecer, más bien a todo lo contrario. Un programa de ayudas al consumo que estimule con determinación el mercado tendría que estar ya sobre la mesa. Al menos a escala regional.
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