Juanma Moreno celebra su éxito electotral en la noche del 19 de junio. CRISTINA QUICLER / AFP

Sin remedio

La ventana indiscreta ·

«Moreno Bonilla ha sentado las bases para una nueva forma de hacer política en Andalucía, con menos clientelismo, menos espuelas, menos oportunismo y más entrega, trabajo y responsabilidad»

Pío Cabanillas decía que «si se ganan las primeras elecciones, las segundas te las regalan», pero hay excepciones, y conocemos casos en los que las primeras llegaron como regalo y las segundas se perdieron por estulticia. En Extremadura, catado el melón, el electorado dio espaldas ... a la estridencia y recuperó su tendencia. Monago comenzó a perder las elecciones a los pocos meses de lograr la presidencia (con apoyo de IU), porque, como títere de Iván Redondo, no salió nunca del triángulo del esperpento: «Idioteces, memeces y gilipolleces». Cuatro años estuvo la criatura dilapidando el capital que Zapatero había regalado al PP de toda España y, a la primera oportunidad, los electores le señalaron la puerta. ¿Caso único? Puede que sí. Podemos matizar a Pío Cabanillas y decir que las primeras elecciones se ganan y si haces el bobo, en las segundas te descalabras.

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En Andalucía, granero socialista tradicional, junto a Castilla-La Mancha y Extremadura, el PSOE cayó en corruptelas de grueso calibre y perdió la presidencia por la coalición del PP/Cs, con el permiso de Vox, pero Juanma Moreno sí se dedicó a lo suyo y, lejos de refugiarse en la farándula permanente, hizo una gestión ajustada, a pie de calle, sin chistes, sin desafíos y sin hacer de la presidencia escenario para el 'club de la comedia'. La respuesta ha sido la mayoría absoluta que los andaluces le han dado y, de paso, un zasca en los morros a todas las izquierdas que, ni juntas, logran recomponer la figura en «el granero rojo».

El PSOE fue un partido grande y bien estructurado, con implantación en el 83% de los pueblos de España y una militancia libertaria, ejerciente y apasionada que, a veces, necesitaba freno para que no se echara al monte. Por eso, entre los avisos para disciplinarla, el más sonoro fue el de Alfonso Guerra, al recordar que «el que se mueva, no sale en la foto». Los cuatro capítulos autonómicos visualizados, Galicia, Madrid, Castilla y León y Andalucía, son el preludio de un desastre que puede superar incluso al de Zapatero, pero Pedro Sánchez ha hecho del PSOE una franquicia y contentos pueden estar de que, todavía, no le haya cambiado el nombre por el de Partido Socialista, por aquello de PS. El PSOE rema hacia el abismo, sin remedio, en manos del nacionalismo periférico y de una izquierda dividida, radical y mohosa.

De Vox, lo que ya adelanté en este mismo espacio el domingo pasado: Se confundieron con la candidata, porque el perfil de Macarena Olona no conecta con Andalucía. Demasiado histrionismo e impostura, incluso hablando en 'granaino', como Aznar hablaba el mejicano. Durante el debate, otra candidata, por lo bajini, lo resumió acertadamente: «¡Venga, tía, ¿te quies i p´allá?». Partiendo de una representación de 12 diputados, esos 14 saben a fracaso, porque para ese viaje no necesitaban las alforjas de la Olona. Son diputados de la marca. ¿Y Cs? Fue bonito mientras duró. Deben estar rezando para que no se adelanten las elecciones generales.

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Moreno Bonilla ha sentado las bases para una nueva forma de hacer política en Andalucía, con menos clientelismo, menos espuelas, menos oportunismo y más entrega, trabajo y responsabilidad. Ha calado su sencillez, dejando en la arena muchos espetos y mojamas. Una semana después, algunos todavía tienen cara de gilipollas.

En septiembre, si el tiempo y la autoridad competente lo permiten, volveré. ¡Feliz verano!

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