No viene al caso el interlocutor, ni el momento. La lluvia limpió aquellos tiempos y el viento se llevó a los personajes. Fueron episodios del pasado, como los del No-do, tiempos en blanco y negro en los que había quien se colaba en los ... despachos oficiales por la puerta de servicio como si fuera su propia casa y quienes en la sala de espera consumían las horas a la espera del turno.
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Dentro, con buen tono, se retorcía el diccionario para recordar lo complicado que resultaba aplicar publicidad institucional a determinados medios de comunicación si los términos en los que se expresaban no coincidían con la 'realidad política' de la comunidad: estamos en una región y no en una autonomía, se repetía como un mantra. ¡Qué grandes monólogos se pudieron escuchar en aquellos despachos!
No era verdad, y nunca lo ha sido. Castilla y León siempre ha sido una autonomía en la que conviven, con sus diferencias, dos regiones históricas. El resto es un empeño artificial, irreal y hasta discriminatorio que invita a reconvertir la realidad y dar por buena la ficción. No, esta no es una región.
Las 'discusiones' de despacho quedaron atrás, como la basurilla amarrada en la parte inferior de las alfombras, para dar paso a algo que extrañamente resulta poco común en determinadas instituciones: la normalidad.
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Esta misma semana la Comisión de la Presidencia de las Cortes de Castilla y León ha acordado instar por mayoría a la Junta para que sus futuros planes y programas no incluyan la denominación de «regional», sino de «autonómica». Se trata de amoldar la verdad a la normalidad.
La propuesta refrendada en este organismo oficial tiene hoy por objeto adecuar la Junta de Castilla y León «a la realidad estatutaria de la Comunidad, compuesta por dos regiones y que no se incluya dicha denominación en los futuros planes».
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Las Cortes, con solemnidad, han recordado además que el Estatuto de Autonomía recoge que Castilla y León es una comunidad histórica y cultural que tiene su origen en los antiguos reinos de León y de Castilla subrayando que la propia denominación incluye una conjunción copulativa «y».
Todo ello incidiendo con literalidad en que la comunidad, la de todos, está compuesta de dos territorios o regiones: «el Reino de León (León, Zamora y Salamanca) y una parte de lo que fue la región conocida como Castilla la Vieja (Ávila, Burgos, Palencia, Soria, Segovia y Valladolid)».
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Es cierto, como bien argumentó esta semana el popular David Beltrán, que el término regional proviene del ámbito europeo y Castilla y León es una región de Europa representada en el Comité de las Regiones de Europa. Y hasta ahí, poca objeción. Pero siendo tal cual apuntó, al mismo tiempo reconocía que la evidencia estructural de la comunidad y en beneficio de la misma resulta más adecuado que «los futuros planes y programas de la Junta, que se ciñen a su ámbito, se utilice el nombre de autonómico o autonómica».
De este modo las Cortes remarcaron que la Proposición No de Ley (PNL) debe tramitarse en base a su amplio respaldo con el fin de recordar a la Junta que convertir a Castilla y León en una 'región' es un error didáctico que no se debe repetir y sí enmendar. Esa misma palabra debe, en términos de la administración pública de la comunidad, ser sustituida por el término «autonómico».
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Entender la base de la PNL, normalizar el uso de los términos y adecuar los mismos a la realidad social, económica y política de Castilla y León supondrá reconocer sin aspavientos la realidad que a todos nos rodea.
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