Refugios atómicos
DADOS RODANDO ·
«60 años después, retorna de nuevo y el temor nuclear reside en las acciones que pueda llevar a cabo una mente diábolica como la del presidente de Rusia»DADOS RODANDO ·
«60 años después, retorna de nuevo y el temor nuclear reside en las acciones que pueda llevar a cabo una mente diábolica como la del presidente de Rusia»Los más veteranos seguro que recuerdan aquel tema seminal de la movida madrileña titulado '¿Qué harías tú en un ataque preventivo de la URSS?' Sus intérpretes eran Polansky y el Ardor, una banda cuya música podría situarse en la órbita del punk psicodélico de la ... época con un toque de saxo marca de la casa. Aquel envoltorio sonoro servía para soportar unas letras delirantes que se movían entre lo surrealista y lo irónico, como era el caso de la canción que comentamos y que viene a cuenta por lo que empieza a ponerse de moda entre las más acadauladas fortunas de España. Resulta que estos ricos de verdad han empezado a construirse refugios atómicos por si a Putin le da por apretar el botón nuclear que situaría el mundo ante un terrorífico Armagedón.
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Por si no lo saben, existen empresas especializadas en este tipo de construcciones que los económicamente poderosos encargan sin importarles demasiado lo ominoso de sus costes. Su idea es salvarse a toda costa y ante esa premisa no van a reparar en gastos. Podrían citarse algunos apellidos ilustres que ya cuentan con este supuesto salvavidas que les permitiría sobrevivir a una hecatombe nuclear, pero la discreción indica que es mejor reservarlos hasta que ellos mismos quieran hacerlo público. Basta saber como pista que urbanizaciones como La Moraleja y La Finca en Madrid o la zona noble de Pedralbes en Barcelona, son algunas de las ubicaciones donde existe más demanda. Los operarios, que perecerían irremediablemente en una acción atómica de este tipo al no tener refugio propio, trabajan denodadamente escarbando bajo tierra y aplicando toda suerte de paneles protectores que soporten la intensa radiación nuclear. Después, hay que amueblar la estancia y, por último, surtirla de una cantidad ingente de víveres para aguantar recluidos el tiempo necesario antes de emerger a la superficie de las ciudades destruidas. Las latas de conserva y la comida lista para consumir en frío salen de los supermercados rumbo a estos búnkeres junto a centenares de litros de agua embotellada.
Esta es una realidad a la que no habíamos tenido nunca que enfrentarnos desde el 24 de octubre de 1962, aquella fecha en la que el Estado Mayor de los Estados Unidos de América ordenó al mando aéreo estratégico elevar al máximo el nivel de alerta nuclear. La crisis de los misiles cubanos puso al mundo al borde del abismo y conteniendo el aliento durante una interminable semana en la que Jruschov y Kennedy jugaron una peligrosísima partida mientras la guerra atómica parecía inminente. Ahora, 60 años después, aquella amenaza retorna de nuevo y el temor reside en las acciones que pueda llevar a cabo una mente diabólica como la del presidente de Rusia, Vladímir Putin.
Durante más de medio siglo el peligro que conlleva pulsar el botón nuclear ha disuadido a las principales potencias de ceder a esa tentación porque la teoría de la destrucción mutua ha estado siempre presente. La reacción subsiguiente a una acción de este tipo aniquilaría a la nación que iniciara el ataque, pero también a la mayor parte del mundo en un corto periodo de tiempo. La devastación sería absoluta con las armas actualmente disponibles. De momento, el Ministerio del Interior ha iniciado un ensayo de alertas de aviso de catástrofes enviadas a los teléfonos móviles acompañadas de un pitido. Si algún día el ensayo se convierte en realidad, los más ricos se encerraran en sus refugios. A lo mejor sobreviven al ataque, pero existen dudas razonables de que después dispongan de algún lugar habitable al que emerger de nuevo.
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