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He ahí una pregunta aparentemente sencilla, pero de las que estimulan la reflexión. «La verdad es que no lo recuerdo», contesta Javier Castán, decano de Filosofía y Letras de la Universidad de Valladolid. Y lo justifica: «Tiene que ver con la crisis y sus consecuencias. ... Antes, las sociedades europeas compartíamos valores como la acogida, la igualdad, la redistribución. Sobre ese consenso destacaban personalidades que intentaban avanzar. Entonces sus aportaciones si fueron, en mi caso, objeto de admiración».
Otra respuesta a la misma pregunta. El economista y expolítico del PP Arturo Rodríguez-Monsalve también en conversación privada, asegura con desazón: «En el mundo actual carecemos de personas a quien admirar. La corrupción moral, la corrupción política y la corrupción económica ha invadido la sociedad. La propaganda ha vencido a la verdad y la ética ya no cuenta como un valor».
Solo dos pareceres, los de Javier Castán y Rodríguez-Monsalve, no constituyen muestra, pero ilustran suficientemente el vacío que soporta el ciudadano ante la descomunal falta de referentes sólidos y decorosos. ¿Desmemoria o baja autoestima? Seguramente las dos cosas, y debería incluirse cierta sensación de tomadura de pelo. ¿Alguien recuerda la última vez que el excelentísimo señor Pablo Iglesias, cargó sobre 'la casta'?
En esta cuestión de referentes hay divergencias entre autonomías. No toda España está igual de vacía, como tampoco está igual de desmoralizada. El desánimo no lo conocen en otros territorios, señaladamente en Cataluña, donde más de dos millones de ciudadanos ven ilusionados la constitución de la república independiente como una meta vital e irrenunciable. Un horizonte transversal que comprende, a veces, la violencia de baja intensidad. Mucho cuidado.
La Cataluña triunfante que invoca 'Els segadors' está en construcción. Y sus hijos gozan de una autoestima delirante. De eso se trata; de la férrea pertenencia al grupo. No somos iguales. El poderoso 'yo', frente al depauperado y macilento 'los otros', origen de todo lo malo. Los catalanes son el pueblo elegido y les sobran referentes para la causa. Ya están desinfectando a Pujol padre con el eficaz soporte de los medios de comunicación autóctonos. Le preparan para el calentón final. Más que al 'president Pujol', a lo que representó de forma tan astuta y brillante. El 'pujolismo' con su efecto estupefaciente que llegaba hasta Madrid.
El sol también sale por Euskadi. A la patria descubierta por Sabino Arana le sobran referentes. Los hay de todos los tamaños y formas. No será necesario preguntar por la última vez que admiraron a alguien. Su embeleso es infinito. En serio. Muchos niños vascos quieren ser 'lehendakaris'. Sorprendente pero hasta cierto punto. Hay concordancia entre este anhelo y el resultado de los estudios del Instituto de la Juventud (Injuve). Hace años que vienen señalando el creciente localismo juvenil. Los chicos españoles tardan en abandonar el hogar, son los que más se identifican con sus espacios geográficos cercanos. Su pueblo, su ciudad. Están demasiado apegados a su entorno afectivo, dicen los informes. Posiblemente como respuesta a esta época de globalizaciones.
Con el debido respeto. Es altamente improbable que en la gran comunidad histórica de Castilla y León, exista niño capaz de tener como referente a un presidente de la Junta. Aunque se trate de aquellos que velaron sus sueños durante lustros asegurando a sus padres que deberían sentirse afortunados por estar en un paraíso político tan tranquilo, el de las mayorías absolutas con techos electorales inalcanzables. Aunque muchos de sus gobernantes dispongan, habrá que decirlo, de un bagaje político y social de poco vuelo, elaborado a base de lugares comunes del tipo «Castilla y León no quiere ser más que otras comunidades, pero tampoco menos». O aquella otra tan querida por Isabel Carrasco de «Estamos por encima de la media».
Los jóvenes de Castila y León, afortunadamente, carecen de una visión etnocéntrica sobre lo que les rodea. Su desconocimiento de las instituciones autonómicas y políticas es total y absoluto. Así es, pero esto no impide que algunos adolescentes de visita guiada por las Cortes regionales queden prendados de la magnificencia del edificio, no es para menos. De sus pompas plenarias, tribuna y ujieres. Y hasta de las intervenciones de los procuradores aplaudidas con pasión o pataleadas como jamás han visto en su colegio. Es entonces cuando surge el deslumbramiento, nace la vocación política y se preguntan tempranamente por la manera de ser político.
Por la forma de ingresar en el mundo tácito de la política, intuida ya como oficio o profesión, es decir, de servicio del que servirse o servicio público del que deben darse explicaciones. Algunos perseveran, de modo que sin acabar el Bachillerato ingresan en las Generaciones o Juventudes partidistas. Allí se socializan con sus pares y dan los primeros pasos en el 'arte de lo imposible' que tan útiles les van a resultar. Y para los que más se esmeran y sirven con satisfacción perruna a sus mandos, siempre habrá un cargo por estrenar y practicar poder. Un concejal modesto en el pueblo donde cayó en paracaídas. O un puesto orgánico, que es así como llaman a los miembros de los aparatos de los partidos políticos.
No necesitan referentes, solo padrinos. Y así, ascendiendo en el escalafón, algunos llegarán a lo más alto. Y mirarán con suspicacia a quienes les criticaron desde dentro. El anterior vicepresidente de la Junta, José Antonio Santiago-Juárez, fue látigo de uno que prosperó bastante: «No me gustan nada los políticos profesionales, pero nada nada». Solía decir en tono alto y audible.
Apenas quedan en España referentes éticos y morales en los momentos que más se necesitan. Ni se recuerda cuando los hubo. Distíngase entre el deslumbramiento y la admiración. Con la confianza quebrada por la crisis económica y la desafección a la clase política, crece un peligro aún mayor que el de la España vacía, el de la España desmoralizada, desilusionada. Sin espíritu de lucha que haga frente a las dificultades. Sin objetivos compartidos ni horizontes comunes que entusiasmen. Es urgente encontrarlos. Otros los tienen. En Castilla y León se trata de una cuestión de supervivencia.
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