Los escándalos de corrupción y la crisis de 2008-2014 han perturbado el sistema político español, que había afianzado su organización sobre la base de un bipartidismo imperfecto notoriamente funcional. La ineptitud de los principales actores políticos en ambos frentes provocó un caos en el ... sistema de representación, que primero registró la emergencia de dos nuevos partidos estatales transversales –Ciudadanos, a la manera clásica, y Podemos, conforme al populismo de nuevo cuño– y más tarde produjo la eclosión de Vox, que, aunque fundado en 2013, pasó de ser una formación testimonial a un partido de peso que ya obtuvo 24 escaños (10,26%) en las elecciones de abril de 2019 y 52 escaños (15,09%) en las repetidas de noviembre de 2019, en las que Ciudadanos sufrió un bajón histórico, pasando de 57 diputados a diez. Vox se definía a sí mismo como amigo de las formaciones de extrema derecha europeas. El comportamiento de Vox es errático, aunque manifiesta características inequívocas de los ultras europeos: antisocialismo furibundo, racismo y xenofobia, negación de la violencia de género, etc. Pero lo más desagradable de esta organización es el tono, esa arrogancia pistoleril y barriobajera que, cubierta de grandilocuencia, intenta resucitar un patrioterismo sembrador de odio al diferente.
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Para quienes no sólo somos fieles a la Constitución sino también a su espíritu, a la interpretación cabal de los derechos y libertades que nuestra Carta Magna consagra con sobria claridad, la fractura de la derecha constituye una tragedia que no es si embargo irremediable. El Partido Popular ha cumplido cabalmente su función de defender el vector más liberal, un estado más pequeño, un capitalismo con las manos más libres, y lo ha hecho civilizadamente, al estilo del conservadurismo europeo. Sin embargo, con apenas 66 escaños, la competencia de Vox (52) es muy difícil de gestionar para Casado, quien tan solo puede encontrar el apoyo natural del capitidisminuido Ciudadanos (diez).
En el otro lado, la izquierda se recompone lentamente. Ubicado Podemos en el territorio de Izquierda Unida y fusionado con ella en Unidas Podemos, todo indica que –como explica maliciosamente Errejón, antiguo número dos de Iglesias que abandono finalmente el proyecto– UP terminará teniendo el minoritario apoyo con que contaba Izquierda Unida, que llegó a los 21 escaños con Anguita en 1996. Hay indicios de que volverán a relucir los viejos partidos que han estructurado el régimen, aunque ahora con una relación más intensa y fluida entre el centro-izquierda y la izquierda.
Pues bien: el PP, contra lo que es democráticamente común en Europa, se ha avenido a formar coalición con Vox y con Cs, negándose a establecer el cordón sanitario que deja en soledad a la extrema derecha. En Francia, jamás ha pactado una formación democrática con Le Pen y en Alemania AfD está igualmente aislada, lo que se ha resuelto mediante la 'gran coalición'. Merkel la ha preferido, muy razonablemente, a la oscura alianza de la CDU/CSU con el FDP y con AfD.
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Así las cosas, el PP tiene que realizar un gesto de valentía, que es contribuir a formar ese cordón sanitario, anunciando a sus futuros votantes que no dará lo mismo votar al PP que a Vox. Que el PP representa el conservadurismo que ha sido sustrato de las más añejas democracias europeas, en tanto Vox procede de las tinieblas totalitarias.
Obviamente, el PSOE debe contribuir también a semejante transformación, ofreciendo al PP la posibilidad extrema de una gran coalición que evite un gobierno PP-Vox, una fórmula destructiva que difícilmente sería asimilado por los ciudadanos.
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