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Cuando llegaron las primeras noticias del coronavirus circularon diversas previsiones, tanto nacionales como procedentes de las instituciones supranacionales, que auguraban descensos de unas pocas décimas del crecimiento económico inicialmente augurado en 2020 para nuestro país, la UE y el conjunto de la globalización.
La ... vicepresidenta económica, Nadia Calviño, madura y prudente, ha declarado a Bloomberg que igual no está empleando «muchas energías» en hacer previsiones económicas porque su principal interés en este momento a tratar de «minimizar» el potencial impacto estructural del desastre provocado por el coronavirus en la economía española. Pese a ello, circulan algunas cifras por los diversos escenarios del capitalismo: Fitch, sin ir más lejos, acaba de pronosticar un retroceso del PIB español en 2020 del 1%, en tanto S&P pronostica un 1,8%… que a muchos observadores les parece francamente optimista y, por lo tanto, poco creíble. Felizmente, S&P prevé también que el PIB rebotará en 2021 un 3,1%.
Primo González, en un reciente articulo en 'República' efectúa una comparación entre el comportamiento de los mercados bursátiles en 2008, cuando la caída de Lehman Brothers, y la actualidad, y concluye en que «una correlación entre estas cifras de la Bolsa y la evolución del PIB nos llevaría a no descartar una hipótesis de caída del PIB del orden del 4% en el peor momento de los cuatro o seis próximos trimestres».
En estas circunstancias, cuando la Comisión Europea ha declarado en suspenso los límites de déficit y deuda del Pacto de Estabilidad y Crecimiento para que los socios comunitarios puedan aplicar las terapias que crean necesarias a sus crisis sanitarias, los gobiernos –España, Alemania, Francia e Italia– han movilizado cantidades muy relevantes de recursos para atajar el mal e intentar lo que nunca hasta ahora se había pretendido: congelar la economía durante unos meses para tratar de que vuelva a ponerse en actividad al término del período excepcional en que nos encontramos.
Naturalmente, las grandes inversiones que llevarán a cabo países ya altamente endeudados (Italia tiene una deuda que ronda el 140% del PIB, Francia y España se aproximan al 100% y apenas Alemania se acerca al límite del 60%) habían de presionar sobre las primas de riesgo de los tres primeros, con la consiguiente dificultad de obtener financiación, y en todo caso a tasas de interés cada vez más elevadas. De ahí lo trascendental del acuerdo del Banco Central Europeo de lanzar nuevos estímulos mediante la compra de activos públicos y privados por 750.000 millones de euros, que de momento han tenido la virtud de embridar las primas de riesgo.
El gobernador del Banco de España lanzaba la fórmula el pasado sábado en un artículo expresivamente titulado 'Mutualizar el riesgo presupuestario': «Las medidas aprobadas por las autoridades nacionales y por el BCE supondrán un importante alivio económico y financiero para nuestras economías. Pero la respuesta a esta crisis debe ir más allá. [.] El desafío común que tenemos por delante es de tal magnitud, que hacerle frente requiere una actuación decidida y ambiciosa de las autoridades e instituciones comunitarias a través de los instrumentos existentes, tanto financieros como presupuestarios, así como de posibles nuevas herramientas, entre las que debe darse prioridad a aquellas que refuercen la capacidad de compartir –mutualizar– el riesgo presupuestario de los Estados miembros. Es en este difícil momento en el que hay que poner en valor el principio de solidaridad sobre el que se fundó el proyecto europeo». Ojalá las cosas vayan en esta dirección.
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