Realismo mágico
Balas de fogueo ·
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Balas de fogueo ·
al margen del lujoso tren de vida que llevan los camaradas, no acierto a comprender qué tiene que ver la izquierda con los postulados de este nacionalismo foral e insolidario que padecemosEn Macondo todo parecía tan reciente «que muchas cosas carecían de nombre y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo». Este no es el territorio imaginado por García Márquez, así que aquí las cosas las bautizamos en un santiamén, sin esperar días de gracia ... ni años de soledad. Por eso, de golpe, ya se ha catalogado al flamante Gobierno como 'progresista'.
Y aunque el hábito no haga al monje, la etiqueta va de suyo y el estereotipo se construye a fuerza de tópicos y lugares comunes. Los medios afines, los intelectuales orgánicos y los tertulianos apesebrados hacen el resto. Y al que ponga en tela de juicio las bondades del numeroso Consejo de Ministros (23, si contamos ahora al Ministerio Fiscal) se le tilda de retrógrado o, directamente, de facha; campanilla de leproso que sirve para descalificar de un plumazo al que discrepa o se atreve a dudar del pedigrí o la autenticidad del género.
La cuestión es saber qué es ser progre y de izquierdas en la actualidad. La respuesta, como diría el juglar de Minnesota, está en el viento y puede reducirse al anhelo de una miss: la paz en el mundo, la justicia social, la tolerancia, el progreso…
Hasta ahí todos de acuerdo pero, al margen del lujoso tren de vida que llevan los camaradas, no acierto a comprender qué tiene que ver la izquierda con los postulados de este nacionalismo foral e insolidario que padecemos. No entiendo cómo se puede dar cobertura y amparo a una rémora tribal y reaccionaria que solo pretende la secesión y los privilegios de unos pocos por el mero hecho de pacer en una u otra demarcación. Será que hemos pasado de la lucha de clases a la lucha de clanes y no me he enterado.
Pero hagamos un acto de fe, que este Gobierno de Sherwood, con un mesiánico Robin Hood a la diestra del padre, tiene patente progresista. Eso nos va a procurar un país (o lo que quede de él) más justo, solidario y sostenible. Pronto ataremos los perros con longaniza y asistiremos a unos nuevos y felices años veinte. La Belle Époque.
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