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En el siglo XVI por Cuaresma se pasaban a las putas al otro lado del Tormes y ahora pasamos a los raperos. A una parte de la juventud le parece intolerable que se meta en la cárcel a Pablo Hasel, tenebroso juglar. Dicen que Hasel - ... ha dicho Carlos Alsina que se llama Rivadulla-, no debe ir a la cárcel por las letras de sus canciones. En un primer momento se acogió a sagrado en la universidad de Lleida, y esperó la llegada de la pasma con una bolsa de deporte con cosas para el talego porque cuando te apalea el Estado siempre hay que llevar una muda nueva. Yo encuentro cierta heroicidad en ir con lo puesto, a la cárcel o a cubrir un atentado. En mis tiempos de enviado espacial juraba que no era una buena cobertura si no tenías que lavar los gayumbos en el lavabo del hotel.
Hasel pretende pedir con total libertad que pongan una bomba en el coche de Patxi López, y quizás haya que proteger ese derecho en favor de las canciones, por malas que sean. Es tan difícil dibujar la raya entre lo miserable y lo punible que lo mejor será no dibujarla. Hay cantantes como este que son tan malos que merecerían una larga condena sin necesidad de hacer apología del terrorismo. Se entiende muchísimo mejor la cuestión del Rivadulla, raperillo de Tormes, si cambiáramos el sujeto de la canción. Si en sus conciertos se coreara que ojalá una bomba en el coche de Irene Montero, no haría tanta gracia, ni firmarían un manifiesto en su defensa quince mil intelectuales de mi-Españita-abajofirmante. Pero si el gachó es un artista de izquierdas, se engrasa la maquinaria tan efectiva de la fábula del poeta engrilletado por el poder que inspira a la juventud a reventar Cataluña un martes por la noche y a demostrar así la no violencia del cantante o lo que sea que es.
Que uno hable de la juventud es señal de que ya no está en ella. Claro que ahora también los jóvenes hablan de la juventud en tercera persona y reclaman una insatisfacción eterna ante la injusticia de no conseguir lo que merecen. Les parece poco tener la vida por delante y levantarse sin que les duelan las rodillas. Claro que hay jóvenes a los que habría que dar una oportunidad y otros a los que habría que dar un pico y una pala. En la radio participo en una tertulia con zagales -Lucía Gutiérrez, Vania Samperio, Rubén Serrano y Julio César Ruiz, que será emperador de las Canarias- que son jóvenes muy leídos muy escuchados y muy vistos. La isla de sus tentaciones es ver un programa de La Clave con José Luis Balbín y se saben de memoria la alineación de los gobiernos de Felipe González. Son jóvenes y listos; perfectamente podrían ser jóvenes y tontos.
El rollo de la juventud idealista es una filfa. Por lo general, con el tiempo la gente se va haciendo más sabia aunque para algunos no hay remedio. Decir que la edad me ha hecho más listo sería decir mucho, pero sí que creo que me hizo menos tonto, lo suficiente como para no tragarme el cuento del raperillo Rivadulla.
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