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Del 2 al 11 de junio, los libros van a hacer la calle. O por mejor decir, la plaza. La plaza Mayor de Valladolid. Se van a hacer «buscones», que si en masculino sólo significa «pícaros» –como el buscón quevedesco– , en femenino no deja lugar ... a dudas el significado del oficio. Oficio que, sin ningún reparo ni prejuicio, adoptarán los libros, digo, echándose a la calle en estos día de feria.
Buscando lectores, claro. Escasísimos lectores, según las estadísticas. Un estadio de fútbol, en un encuentro de campanillas, puede reunir más espectadores que lectores todas las librerías y bibliotecas públicas en el curso de un año. O incluso de dos o más.
Por eso los libros harán estos días la calle por ver si pica algún incauto cliente. Que no reportará ningún desdoro para el libro al mostrar sus encantos por calles y plazas, en todo caso para el remiso lector que no sabe lo que se pierde si sólo lee, como mucho, de feria en feria.
Dijo Teresa de Cepeda y Ahumada de Jesús: «Lee y conducirás. No leas y serás conducido». O manipulado, que tanto da.
Una cosa: ¿Y si los libros fueran redondos como los balones de fútbol? ¡Redondos no, esféricos! Esféricos como la esfera armilar, como la bola del mundo. Porque cada libro es un mundo, según no pocos panegiristas.
Retóricas y demagogias aparte, y a pesar de cuanto llevo escrito, allá va mi grito triunfal y fervoroso: ¡viva la Feria del libro de Valladolid 2023!
P.D. Ramoneando viene de Ramón, obvio. Y significa alimentarse de tiernas hojas. ¿Incluso de un libro, de hojas de un libro? Incluso de un libro, de hojas de un libro.
Explicado queda.
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