Las cucarachas

Lo importante es no callarse, no dar a entender que no sabes de qué va el asunto. «No tengo opinión sobre eso», sería lo valiente decir, pero tal gallardía no se lleva, que si te han convocado a un foro se da por sentado que entiendes de esto y de lo otro: de cine, de literatura, de arte, de deporte -–sobre todo de fútbol–, incluso de teología y de la mismísima Santísima Trinidad.

Se trata de opinar y argumentar de lo humano y lo divino, de lo finito y lo infinito, de lo banal o de lo trascendental. Para eso te han convocado, e incluso te han remunerado, no para callarte reconociendo tu ignorancia o bisoñez.

Y ya no digamos cuando la tertulia va de política. En tal circunstancia, todos los participantes son oráculos de Delfos. Todos saben de todo: del salario mínimo, de la sequía, de las pensiones, de la guerra de Ucrania o de la excepción ibérica.

Y da lo mismo que en un turno de palabra digas blanco y en el siguiente negro, si te viene mejor para tu trivial argumentación. Donde 'dije digo, digo Diego'. Entre otras cosas porque ya nadie se acuerda de lo que dijiste antes-

Si los políticos en ejercicio nunca mienten, sino que cambian de opinión, ¿por qué tú no?

Lo que se lleva es el ruido, la altisonancia, la verborrea, el guirigay.

¿ Y no sería mejor callarse antes que soltar banalidades, ripios, incongruencias? Por ejemplo: yo ahora mismo, como ya no se me alcanza más que decir, me callo y punto en boca.

Aunque espere, espere usted, condescendiente lector. Me queda por explicar por qué he titulado este articulillo mío 'Las cucarachas'.

Pues porque días atrás, en un programa de entretenimiento (?) de televisión, preguntaron a un conspicuo participante cómo se titulaba una afamadísima novela de Miguel Delibes, y hasta le daban dos opciones a elegir, que si 'Las ratas' o 'Las cucarachas', y él respondió con aplomo que lo segundo.

¿Hay réplica?