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Valladolid se ha despertado en una infografía. Otra vez. Una de esas realidades virtuales «360», como dicen ahora los ministros que están en la pomada. ... Así definió Óscar Puente la cualidad estética del nuevo y espectacular edificio de viajeros proyectado para la estación de Campo Grande.
La presentación pasó –a tenor de cada corrillo– por la consagración, la epifanía, el calvario y la resurrección. Lo que viene a suponer un repaso de medio evangelio en treinta minutos de puntero láser.
Las infografías son el lugar ideal para vivir. En ellas no hay gente fea, ni atascos, ni bocinas, ni furgonetas en doble fila, ni vallas interrumpiendo el paso, ni descuideros acosando a la gente. En las infografías, nadie pisa el acelerador para saltarse un semáforo, ni hostiga con su coche a los ciclistas que hacen uso de la calzada. Nadie duerme en el suelo, con un carrito lleno de ropa a sus pies, porque no pueda alquilar un techo. Ningún patinete invade las aceras, llenas de cartones. Y nos consta todo esto porque los vallisoletanos hemos paseado por muchas. Durante años, nos habituamos a hacerlo por los grandes recibidores de aquella otra estación que abriría paso a los túneles de sur a norte y volamos, como torcaces, sobre el bulevar arbolado de la superficie. También hemos alucinado lo nuestro con puentes del Poniente futuristas y estadios listos para disputar eliminatorias de la Champions animando a un equipo que hoy se empeña en transitar por la Segunda División.
Pero hay una diferencia en la última infografía que nos ha mostrado Óscar Puente: esta acaba de ser aprobada para su licitación en Consejo de Ministros. Sus obras comenzarán en otoño. Todo parece indicar que no hay marcha atrás. Y es una suerte, porque Valladolid sufre anquilosada y entontecida por la política local de reproche, guiñol y cachiporra.
No me cabe duda de que en el fondo, el Partido Popular se habría apuntado gustoso el tanto de esta estación, en cuyo proyecto también trabajaron sus gobiernos, si Carnero no hubiese utilizado el comodín del soterramiento con tanta vehemencia para hacerse con la alcaldía. Sobre todo, porque en los últimos 30 años el PP ha regido la ciudad de Valladolid durante 22, el gobierno de la Junta durante 30 y el de España durante 14. El abandono definitivo del soterramiento y el inicio de la integración ferroviaria fue firmado y defendido por un ministro del Partido Popular. Y fue un acierto que así fuera. Nuestra ciudad necesitaba entonces reaccionar a la debacle y no puede detenerse ahora esperando un tren que todos confiamos en ver llegar antaño y que lamentablemente pasó de largo, a hurtadillas, mucho antes, incluso, de que alguien desde el Ayuntamiento tuviera el arrojo y la honestidad de hacérnoslo saber.
La nueva estación proyectada por el Ministerio de Transportes convertirá a Valladolid en un nudo esencial de alta velocidad española. Ahora se pone en marcha el calendario para vigilar los cumplimientos de todas esas promesas y preciosas vistas. Cuatro años bastarán para comprobar si la infografía se ha materializado o habrá de añadirse a nuestra inacabable colección de estampitas virtuales.
A Jesús Julio Carnero, que ve amenazada la coherencia de su relato, le ocurrirá finalmente lo mismo que le sucedió a Guy de Maupassant con la torre Eiffel. A pesar de odiarla con toda su alma y de oponerse locuazmente a ella en la prensa parisina durante años, acabó reconociendo que la visitaba a menudo para comer en su restaurante, aunque solo fuera porque desde allí podía contemplar la ciudad de París sin tener que verla. Así ocurrirá cuando la estación funcione a pleno rendimiento y todos los vallisoletanos nos beneficiemos directa o indirectamente de ella.
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