La Platería en llamas

Las caras

«Las plataformas que aúpan a Mañueco y a Carnero no han aguantado, hasta ahora, los zarandeos que ha sufrido la de Sánchez, aunque acaso fueran incapaces de soportarlos»

Rafa Vega

Valladolid

Miércoles, 5 de febrero 2025, 06:41

Los vallisoletanos estamos gafados. Nuestro porvenir, servicios, inversiones y confianza en las tres administraciones que nos gobiernan están, o han estado durante algún mandato inmediato, en manos de perdedores. Así se lo hizo saber Óscar Puente a Núñez Feijóo con proverbial retranca durante su enérgico ... debut en las Cortes Generales con aquel «de ganador a ganador». Ni ellos dos, ni en su día Luis Tudanca –ese tercer campeón nonato que ya nadie nombra y que a lo largo de este invierno de cencelladas implacables pasea por la orilla del río Vena sin abrigo, igual que el desdichado Akaki caminó fatalmente por San Petersburgo a la intemperie y sin capote–, lograron sentarse en los despachos señalados por la voluntad de una mayoría insuficiente de votantes que los eligió en su día.

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A los tres se les puso cara de presidente frustrado antes de continuar camino, más penoso para unos que para otros. A Feijóo se le está haciendo largo el periplo por un Sinaí sin más maná que los escándalos semanales aventados por la actualidad política y judicial. Atisba el horizonte y comprueba decepcionado que los espejismos aún se funden con la realidad, acaso temeroso de alcanzar a ver la tierra prometida sin poder entrar en ella. Puede que haya empezado a escudriñar su imagen reflejada en los escaparates para averiguar si se le está poniendo cara de presidente del gobierno o de expresidente de su partido. Puente, por su parte, parece divertirse. Juega entusiasmado, como un juvenil convocado por la selección absoluta, sin temores ni presión, sabedor de que si juega bien esta baza jamás regresará a las categorías inferiores; dispuesto a pasearse por Valladolid, aunque le pese a nuestro alcalde, con el regodeo dadivoso de una inversión millonaria.

Así las cosas, en nuestra ciudad y reino dirige y dispone el rumbo el segundo de los postulantes electos de cada convocatoria, es decir, Sánchez y Carnero. También Mañueco, a quien no conviene desdeñar en esta clasificación y que tras su primer asalto al poder autonómico facilitado por la obediencia de Francisco Igea al delirio neroniano de Rivera, se encastilló finalmente gracias a una calculada pirueta electoral con doble tirabuzón y puñalada. De un modo u otro, los tres lograron auparse como legítimamente pudieron para hacerse con el mando en sus respectivas plazas. Así es el palangre electoral, guste o no. De nada sirve repudiarlo a gran escala, si no se hace en las menores.

El andamio de Sánchez, asombrosamente en pie desde hace siete años, se tambalea casi a diario aunque hace alarde de una flexibilidad prodigiosa. Sin embargo, las plataformas de Mañueco y Carnero no han sufrido hasta ahora esos vaivenes. Acaso fueran incapaces de soportarlos. Cuentan con la ventaja de que su altura es más discreta y, por suerte para ambos, sus andamios pueden permitirse cierta rigidez porque, hasta hoy, nadie ha vislumbrado una ventaja cierta si se retiran las cuñas que los calzan. Hasta hoy.

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El día en que Vox abandonó el gobierno autonómico por orden directa de Abascal y en contra del vicepresidente y los consejeros injertados en el mismo –aunque uno de ellos, Santonja, prefiriera hacer caso omiso de la instrucción y optara por aprovechar los beneficios inmediatos de la simbiosis que se le brindaba– dejó las cuñas que lo calzaban, y aún lo hacen. Acaso hoy, la ruptura en Vox y el ascenso en las encuestas invite a recuperarlas. A Carnero le basta con mantenerse al ralentí y dejarse caer por la pendiente del calendario. Pero ahora que a García-Gallardo se le ha quitado aquella cara de vicepresidente y también la de procurador, quién sabe si Mañueco no ha comenzado a ver ante el espejo algún cambio en los poros de la suya.

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