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Jesús Ferrero
Quizás, tal vez

Quizás, tal vez

Así pues, con sus eminencias bajo llave, a pan y agua, además de a cielo abierto, porque también los dejaron sin tejado (no lo hicieron por fastidiarlos, sino para que viesen mejor al Espíritu Santo), resulta que de inmediato se acabaron las disensiones

Gonzalo Santonja

Valladolid

Sábado, 21 de septiembre 2019, 08:35

Corría el año de gracia y desgracia de 1271 y la Santa Iglesia Católica padecía la división del Sacro Colegio Cardenalicio, dominado por banderías irreconciliables, de manera que no había forma de que eligiera Papa, vacante la sede pontificia desde la muerte de Clemente IV, ... el 29 de noviembre de 1268, en Viterbo, ciudad maravillosa en la que hace poco pasé una semana y donde despluman a los turistas que se dejan soplándoles doce eurazos por la entrada al palacio –absolutamente vacío– donde el buen pueblo de Dios encerró a dichas eminencias, harto de costear la vida de regalo que a su costa se dispensaban. Y nada de bromas: de allí no saldrían hasta que, iluminados por el Espíritu Santo, prendieran la fumata blanca y se dejaran de fumatas negras.

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