Está en la naturaleza humana inquietarse con los cambios y, en consecuencia, casi siempre resistirse. Nos defendemos como gato panza arriba, que la rutina es un escudo de comodidad. Y cuando la variación es referida al lenguaje, muchos forcejeamos con quienes en nombre de no ... se qué inclusión realizan propuestas grotescas.

Publicidad

La penúltima es el documento de la Comisión Europea titulado 'Directrices para una comunicación inclusiva', en el que la estrella era la recomendación de no felicitar la Navidad, sino las fiestas, para no herir la sensibilidad de los ofendiditos por las celebraciones navideñas, esos que temen al turrón y a los langostinos congelados o a los villancicos y a las zambombas, elementos altamente peligrosos para la convivencia de la humanidad. La guía fue retirada, supongo que en un ataque de sentido del ridículo de sus autores, y hasta el Papa ha entrado en la polémica para decir que la idea es «anacrónica» y que «muchas dictaduras» habían pretendido lo mismo, entre ellas nazismo y comunismo, de tan entrañable recuerdo navideño para todos los europeos.

El documento contiene otras estupendas recomendacionescomo no utilizar la palabra 'viejo' por ser peyorativa para los ancianos o no comenzar en público con un 'señoras y señores' y en su lugar usar un cariñoso y menos gélido 'queridos compañeros'. Lo primero lo asumo, que uno se acerca a ese tiempo, aunque la alternativa de decirte que estás en la tercera edad me parece también descorazonadora. Lo otro, lo de llamar compañeros a desconocidos, se me hace raro, tanto como decir felices fiestas, que me suena a charanga y toros.

Yo me haré el suizo neutral y soltaré un año más Felices Pascuas, que me encanta porque descoloca, compañeros.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad