El Mundial de fútbol comienza hoy en Qatar con un ruido de fondo que tiene más que ver con su controvertida sede que con la competición deportiva que captará la atención de cientos de millones de aficionados durante el próximo mes. Insistentes sospechas de sobornos ... rodearon en su día la elección del pequeño emirato, que intentará explotar uno de los mayores eventos del planeta para lavar la imagen de una dictadura que no respeta libertades y derechos humanos básicos y tiene como principales damnificados a las mujeres y al colectivo LGTBI; de ahí que resulte particularmente hiriente y evasivo el intento del presidente de la FIFA, Gianni Infantino, de equiparar esas vulneraciones con «la hipocresía» de Occidente, aunque esta pueda darse.
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La organización del torneo constituye una exhibición del poderío económico y la influencia política que, pese a sus clamorosas carencias democráticas, otorgan a este país sus riquezas energéticas. No solo por acogerlo, sino porque ello obligaba, dadas sus extremas condiciones meteorológicas, a un hecho sin precedentes: aplazar su celebración del inicio del verano a estas fechas y, por tanto, reprogramar los calendarios nacionales e internacionales.
De la envergadura de la apuesta de Qatar –el primero árabe en hacerlo– da fe una inversión cercana a los 200.000 millones de dólares, quince veces más que Rusia en 2018, en unas infraestructuras faraónicas levantadas en unas condiciones laborales cercanas a la explotación, según varias ONG. Su objetivo es proyectar una imagen de modernidad y seguridad que le ayude a fomentar el turismo como una fuente alternativa de ingresos. Es cierto que, de las monarquías del Golfo Pérsico, la catarí es de las más abiertas y de las que aplica de forma menos estricta la ley islámica.
No obstante, y pese a sus esfuerzos modernizadores, su lejanía de unos estándares de convivencia mínimamente aceptables queda confirmada por la tutela de los hombres sobre las mujeres, las férreas restricciones a la libertad de expresión o la tipificación como delito de las relaciones sexuales fuera del matrimonio y las homosexuales. Conviene no olvidarlo por mucho que el régimen se esfuerce en ofrecer su cara más amable en un escaparate único como el Mundial, que pondrá a prueba la capacidad organizativa del país. Aunque a partir de ahora prevalezca la competición deportiva, los intereses geopolíticos no son ajenos a un torneo con el que Qatar se ha anotado un gol de enorme valor antes de que el balón eche a rodar.
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