Conviene no subestimar a Vladímir Putin, uno de los villanos más abominables de la politica internacional. Un personaje capaz de atacar a Ucrania en procura de una ensoñación imposible como es la vuelta del extinto bloque soviético. Un individuo formado en la zona más oscura ... de los servicios secretos rusos que ha demostrado al mundo su insensibilidad ordenando crímenes y dejando a Europa sin gas en un acto de chantaje inadmisible como es el cierre del gasoducto Nord Stream 1, alardeando, además, de quemar combustible en la frontera con Finlandia antes que enviarlo a quienes considera enemigos debido a las sanciones impuestas a su régimen.

Publicidad

¿Conocen a algún gobierno occidental capaz de ostentar el poder en contra de su opinión publica mayoritaria? La respuesta es tan clara como obvia y Putin la conoce muy bien. Afortunadamente incapaz de ganar la guerra que le ha declarado a Ucrania, el presidente ruso acaricia, cada vez menos secretamente, un plan alternativo que ha estudiado minuciosamente. Para conseguir su objetivo aguarda la llegada de lo más crudo del crudo invierno, ese momento en el que, tras ventiscas heladas, una buena parte de los países del continente se vean abocados a restricciones y cortes de suministro. Imaginemos, por ejemplo, a una nación tan dependiente del suministro ruso como Alemania. Sigamos imaginando lo que puede ocurrir cuando sus civilizados ciudadanos, acostumbrados a vivir relativamente bien y de manera confortable, se enfrenten al durísimo frio. Pensemos en lo que ocurrirá cuando vean a sus ancianos padres y a sus pequeños hijos tiritando.

En esa circunstancia dramática sabrán, porque así se lo hará ver Putin, que todo puede solucionarse rápidamente con un acuerdo que satisfaga sus exigencias geopolíticas en el país gobernado por Volodímir Zelenski. Si eso ocurre, no solo en Alemanía sino también en toda Europa, cabe preguntarse cuánto van a tardar las opiniones publicas en abandonar la actual solidaridad con Ucrania y a reclamar una solución inmediata al conflicto, aunque haya que transigir con algunas de las hoy inaceptables exigencias rusas.

Nos enfrentamos, pues, a un punto de inflexión que puede truncar la unidad actual con unos estados de opinión que exijan la vuelta de las calefacciones y de las duchas con agua caliente, al precio que sea preciso. Ese es el objetivo de Vladímir Putin con este corte drástico del suministro de gas al continente. Los distintos gobernantes, la ONU y la comunidad internacional tendrán entonces que hacer malabarismos para explicar lo injustificable y asegurar el 'statu quo' actual.

Publicidad

La fatiga debido a los efectos de la guerra que empieza a notarse ya tenuemente en las opiniones públicas, va a ir en aumento, no lo dudemos, y a eso espera el líder ruso para conseguir unos objetivos geográficos que hoy se le escapan por mor del apoyo internacional a Ucrania con el envío de armamento y capacidades defensivas que le hace resistir y plantar cara al imperio militar dirigido desde Moscú. No hablamos de lo deseable, sino de lo posible, y ahí cabe reparar en que si la cadena siempre tiende a romperse por el eslabón más débil, Kiev tiene, lamentablemente, todas las circunstancias para asumir, a su pesar, ese papel de fragilidad.

Carl Von Clausewitz dejó escrito que «la guerra es la continuación de la política por otros medios». El general invierno asoma en lontananza con su ruína de temperaturas gélidas y ese es el campo donde Putin quiere que se solvente su abyecta batalla contra la integridad de Ucrania. La pregunta es si llegará a conseguirlo. La respuesta, seamos claros, no es nada tranquilizadora.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad