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Cuando la situación militar comenzó a complicarse para el ejército ruso, como consecuencia de la contraofensiva de Ucrania, lo más sensato que podía haber hecho Putin, la salida más clara, era detenerse y darse la vuelta. Es posible que ese resultado de la invasión fuese ... considerado por el presidente ruso una humillación, o que no fuese informado de cuál era la situación real en el campo de batalla, pero lo que parece evidente es que la decisión de continuar la guerra ha llevado al presidente Putin, y al ejército ruso, a hundirse aún más en el terreno pantanoso de una guerra muy complicada.
Porque las reacciones ofensivas llevadas a cabo por el ejército ucraniano no solo lograron cambiar el curso de la guerra, sino que también colocaron al Kremlin en una situación político - militar increíblemente peligrosa.
Fracasado el gran objetivo estratégico de establecer en Kiev un gobierno títere obediente a las directrices de Moscú similar al de Minsk, el presidente ruso se ve obligado a disminuir su nivel de ambición y aceptar como única opción disponible (que también le es útil para ocultar el fracaso de la agresión ante la opinión pública rusa), asegurar el control del Donbás y tratar de mantener la mayor parte del territorio ocupado en esos momentos, que constituye casi el 15% del territorio ucraniano.
Por eso el 30 de septiembre, tras la farsa de realizar unos referéndums de independencia, el presidente Putin declara solemnemente en el Kremlin la integración territorial en la Federación Rusa de las regiones de Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón, así como la ocupación de otras zonas territoriales ucranianas.
La finalidad última de esta decisión es seguir manteniendo un conflicto, activo o congelado, con Ucrania. Porque la existencia de éste, además de proporcionarle tiempo para buscar una solución a la grave situación militar en que se encuentra, va a impedir que Ucrania pueda integrarse en la UE o en la OTAN, a no ser que acepte perder una parte muy importante de su territorio.
Por otro lado, al considerar Rusia que esas regiones son parte del territorio ruso le proporciona la justificación para emplear armas nucleares que neutralicen un ataque que ponga en peligro su integridad territorial. El presidente Putin ya advirtió que el empleo de armamento nuclear no era un farol, y es lógico pensar que con ello trata de lograr un efecto disuasorio que congele el conflicto.
Es un hecho que Ucrania ha realizado acciones de combate en territorio ruso, así como en Crimea (que Moscú considera parte integrante de la Federación Rusa), sin que el Kremlin haya reaccionado con un ataque nuclear como represalia. Igualmente lo es que Moscú es consciente de que el uso de esas armas solo aislaría más a Rusia y no solo de países 'tibios' de la UE, que aún mantienen algunas reticencias en cuanto a sanciones a Moscú y apoyos a Kiev, sino también de otros que hasta el momento no han condenado la agresión, como pueden ser India y China.
Pero, a pesar de esas características que pueden inducir a pensar que ese tipo de agresión no será empleado, la amenaza de utilizar armas nucleares es por sí misma preocupante y por tanto debe ser tenida muy en cuenta.
Entre otras razones porque el empleo de armas nucleares es esencial en la estrategia militar rusa por lo que, aunque remota, existe la posibilidad de que el Kremlin ordene un ataque nuclear sobre Ucrania. La estrategia conocida en Rusia como 'escalar para la desescalada' utiliza la amenaza nuclear y, si fuera necesario, el empleo limitado de ataques nucleares como medida para obligar a que acabe un conflicto en términos favorables para Moscú.
Estados Unidos, utilizando a propósito el método de disuasión conocido como 'ambigüedad estratégica', ha advertido a Rusia de graves consecuencias si emplea armas nucleares en su conflicto con Ucrania, pero sin detallar en qué consistirían las mismas para no dar rigidez a las posibles líneas de acción que puedan ser utilizadas en su respuesta.
Una clara advertencia debería ser suficiente para disuadir al Kremlin de llevar a cabo un ataque nuclear, pero Occidente debe estar preparado para adoptar las acciones que se estimen necesarias si la disuasión fracasa.
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