Si las cosas no han cambiado por la pandemia, en Alemania, Austria, Bélgica, Francia o Luxemburgo, entre otros muchos países, la prostitución es tan legal como ser frutero, albañil o vendedor de pisos, por decir algunos trabajos diferentes pero igual de necesarios. Los estudiosos ... dicen que éste, en concreto, es el oficio más antiguo del mundo, y no tengo dudas de que lo seguirá siendo por mucho que crezca el sexo virtual.
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Aún así, millones de putas han ardido en la hoguera o han sido perseguidas, azotadas y encarceladas por ganarse la vida alquilando el cuerpo, que no es muy diferente a repartir paquetes en bici por cualquier ciudad cobrando menos de 500 euros al mes. Así que, por favor, no seamos más falsos que una peseta de madera. Regímenes de toda ideología han fracasado intentando acabar con un comercio que tiene indudables beneficios sociales porque practicar el sexo es tan necesario como defecar. Así que hagamos que el trabajo de las meretrices sea seguro, luminoso y no 'tutelado' por los despreciables chulos; consigamos que tengan los mismos derechos laborales que los demás curritos, incluyendo Seguridad Social, controles médicos y jubilación cuando su cuerpo no dé para más. No luchemos contra la realidad olvidando que, como recuerda en uno de sus libros mi admirado José Miguel Ortega, entre mancebías y clubs de alterne, ya llevamos «siete siglos de prostitución en Valladolid».
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