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Convencido de que arrollaría, el doctor Sánchez se aventuró a las elecciones del 10-N con el objetivo de formar un gobierno monocolor, no supeditado a un pacto con Podemos y que tampoco dependiera del apoyo de los partidos independentistas. Ni una cosa ni otra ... se hartó a repetir, dando por seguros unos resultados que lo acercarían a la mayoría absoluta, profecía de Tezanos que traducida a la realidad de las urnas le llevó a perder el control del Senado, tres escaños y ochocientos mil votos respecto a las celebradas el 28-A. Menuda campaña: nada con Podemos, menos con ERC y Puigdemont a la cárcel. A Torra ni siquiera se le ponía al teléfono.
El exitazo de su estrategia y el valor de su palabra saltan a la vista ¿Pero es que los programas no obligan? Ahí están los compromisos que el doctor anunció: los periódicos lo atestiguan, las grabaciones cantan. Qué cercano queda todo. ¿Quién no lo recuerda? Era un estadista y, en cuanto tal, cortaría por lo sano. Pero resulta que menos de dos meses después ha otorgado a los nietos políticos del racista Sabino Arana mucho más de lo que soñaban, ha pasado sin perder la sonrisa por las horcas caudinas de ERC y, faltando a las obligaciones más elementales de un presidente de Gobierno, aunque lo fuera en funciones, dejó sin respuesta las imputaciones de una diputada de Bildu al Rey, jefe del Estado.
Ahora habla de desjudicializar y de diálogo, anunciándose dispuesto a mantenerlo «hasta con quienes nos insultan». Pues bien, mejor dicho, pues mal, ya comprometido con el PNV y asumidos los trágalas de ERC, ¿qué margen queda para dialogar? Y en cuanto a desjudicializar, ¿a qué se referirá? Si alguien infringe las leyes, es ese alguien quien judicializa su vida, no los agentes del orden, ni los jueces y muchísimo menos los magistrados del Tribunal Supremo, que se limitan a cumplir su cometido. En democracia, ley y política tienen que ir de la mano. ¿Usará desjudicializar como sinónimo de impunidad y amnistía?
Decía Mark Twain que «el hombre es el único animal que se ruboriza», pero el doctor Sánchez demuestra que el autor de 'Las aventuras de Tom Sawyer' o de 'Un yanqui en la corte del rey Arturo' estaba meridianamente equivocado. Porque nuestro presidente se reconoce en esto, se identifica con aquello o sostiene lo contrario de esto y aquello con el mismo desparpajo. Así las cosas, ¿qué se puede esperar?
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